Cómo colocar en la posición correcta las manetas en la bici de carretera
El correcto ajuste de los puntos de contacto del ciclista en la bici es esencial para lograr una posición cómoda y eficiente sobre la bici. Es el punto de partida que tiene que estar perfectamente ubicado antes de realizar cualquier otro tipo de ajuste biomecánico. Hoy vamos a ver cómo situar las manetas correctamente.
Las manetas siempre a mano
El ciclista se ha ganado una fama de deporte duro, más allá de por el esfuerzo que exige, por las implicaciones de pasar muchas horas sobre la bici y que tradicionalmente se traducían en diversas molestias más que acababan afectando en mayor o menor medida al rendimiento sobre la bici.
En lo que respecta a las manetas, estos problemas se suelen mostrar en forma de dolor de manos, muñecas y brazos o en un adormecimiento de los dedos que pueden resultar en situaciones peligrosas al no permitirnos contar con todo el tacto y la capacidad de control necesaria sobre el elemento que dirige la bici.
Evolución de la ergonomía
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Tradicionalmente, los manillares de carretera tenían mayor alcance y caída. Esto hacía que las diferencias entre los tres agarres posibles fueran muy acentuadas. Por ello, en las bicis clásicas, no tenéis más que ver fotos antiguas, el agarre en la parte horizontal del manillar era ampliamente utilizado salvo cuando la velocidad era muy elevada o el ciclista se ponía de pie sobre los pedales.
En estos manillares, las manetas, con unas palancas mucho más cortas, se situaban en la zona media de la curva del manillar, creando una diferencia de altura entre la horizontal y el punto de agarre donde quedaba encajada la mano. Una posición que, por otra parte, resultaba en general poco práctica a la hora de rodar, usándose casi en exclusiva cuando el ciclista se levantaba del sillín.
En los últimos años la ergonomía de los grupos y los manillares ha cambiado completamente, buscando adaptarse de forma más natural al cuerpo del ciclista y situando a este en una posición más eficiente.
Es por ello que los manillares denominados compact, como definición de su alcance y caída reducidos, han ido copando el mercado. También se ha ido reduciendo la anchura de los mismos frente al paradigma tradicional de utilizar la anchura de los hombros como referencia, ahora se prioriza el uso de modelos más estrechos buscando favorecer la aerodinámica.
En el caso de las manetas, la integración de las palancas de cambio a partir de mediados de los años 80 supuso un considerable aumento de tamaño de las mismas frente a las exiguas palancas de freno de las bicis clásicas. Sin embargo, continuaban manteniendo una forma curva adaptada a los aún habituales manillares de cotas amplias por lo que la ergonomía, pese a contar con una mejor superficie de agarre, variaba poco.
La reducción de tamaño de las manetas que hizo posible, primero la mejora de los componentes y más tarde la llegada de los grupos electrónicos, junto con la incorporación de los manillares compact y una evolución de la ciencia de la biomecánica permitió a las marcas contar con nuevos argumentos para rediseñar la ergonomía del agarre.
Se pasó a unas manetas de superficie plana que se integraban en la forma del manillar como prolongación del mismo. Aparte, las cotas más cortas hacían que el agarre principal se desplazara de la parte horizontal a las manetas, lugar en el que actualmente pasamos agarrados la mayoría del tiempo.
A su vez, las palancas son más cortas para adaptarse a la menor caída de los manillares modernos y se diseñan para accionar los frenos con uno o dos dedos al no necesitar los frenos actuales tanta fuerza para generar la potencia de detención necesaria.
Todo en su sitio
Antes de comenzar la colocación de las manetas, es prioritario que el manillar encuentre correctamente situado, con la parte inferior paralela al suelo o con una ligera inclinación hacia arriba. Es común ver bicicletas, incluso montadas de serie, en las que esta zona se coloca con una inclinación muy acusada, tratando de proporcionar una posición más cómoda en el agarre sobre las manetas pero que, sin embargo, destroza el agarre en la curva al alejar las palancas hasta un punto inalcanzable para los dedos.
Con el manillar correctamente fijado, deslizaremos las abrazaderas a lo largo del manillar y con la goma de agarre en su posición, no plegada para acceder a la abrazadera, comprobaremos que la ubicación de las mismas se sitúa como una prolongación del tramo superior.
Fijaremos ligeramente el tornillo de sujeción y comprobaremos, usando las líneas de guía que suelen incluir los manillares, que ambas manetas se encuentran a la misma altura. Si disponemos de un rodillo o cualquier otro sistema de fijación que nos permita mantener la bici totalmente recta, lo usaremos para así poder colocar un nivel de burbuja entre ambas manetas y corroborar que ambas están a la misma altura ya que las líneas de referencia no siempre están impresas con la precisión necesaria.
Antes de fijarlas de forma definitiva, debemos decidir la angulación de las mismas. Lo habitual es llevarlas rectas como una prolongación de la forma del manillar. Sin embargo, en los últimos años, por razones aerodinámicas, a nivel de competición se ha puesto de moda el colocarlas hacia el interior, permitiendo una posición de muñecas más cerrada. Esto ya entra dentro de los gustos personales aunque, debéis tener en cuenta que si las cerramos en exceso corremos el riesgo de no poder alcanzar bien la palanca de freno.
Ajustes finales
Tras fijar las manetas de forma definitiva al manillar, apretándolas al par indicado por el fabricante del manillar, habitualmente 5 Nm, sólo nos queda comprobar que la posición del agarre e natural, pudiendo variar la inclinación arriba o abajo unos grados para que la muñeca adopte una posición más natural. Tened en cuenta que si la maneta va demasiado plana nos veremos obligados a extender en exceso la articulación y si van demasiado altas sufriremos el mismo efecto cuando nos pongamos de pie.
También hemos de comprobar si alcanzamos correctamente las palancas de freno cuando nos agarramos abajo y, en caso de no llegar, jugar con el ajuste de posición con que cuentan las manetas y que nos permite reducir la distancia con el manillar. Tened en cuenta que reducir la distancia o puede obligar a retocar el ajuste de los frenos, en el caso de los de zapata, o el de punto de contacto si usamos discos hidráulicos, para conseguir que estos comiencen a actuar donde deseemos y con el tacto con el que nos sintamos más cómodos.
El caso de los manillares de gravel
La llegada del gravel ha popularizado un nuevo tipo de manillar adaptado a esta disciplina que cuenta como característica más destacable un marcado flare. Esto es que la parte inferior y de la curva se abren hacia el exterior para proporcionar mayor estabilidad cuando nos agarramos a esa zona en tramos de descenso mientras que la zona superior mantiene un ancho convencional para rodar sin variar nuestra posición habitual.
El problema de estos manillares es que en ocasiones el flare es tan acusado que estropean completamente la ergonomía de unas manetas pensadas para el típico manillar de carretera y que nos obliga a agarrarnos a ellas casi de lado, teniendo que abrir más las muñecas para accionar el freno o los cambios.
En estos manillares cobra mayor importancia encontrar el punto justo de inclinación hacia el interior de las manetas. Como comentábamos anteriormente, es cuestión de ser observador y comprobar que cuando vayamos agarrados a ellas la muñeca quede en la posición más natural a la vez que podamos alcanzar las palancas sin problema.
Un ajuste que pocas veces es tenido en cuenta y que es el punto de arranque necesario antes de pasar a solucionar otros problemas de índole biomecánica.