¿Contamina la bicicleta eléctrica? Conoce su huella de carbono
Ante la creciente preocupación por el respeto hacia el medio ambiente, surgen las dudas en torno a cualquier producto y sus procesos de fabricación. Con la bicicleta eléctrica no iba a ser diferente, porque la imagen que tenemos de los vehículos eléctricos es totalmente idílica, pero su producción también puede conllevar procesos contaminantes.
La contaminación real de una bicicleta eléctrica
Cuando piensas en la contaminación de un vehículo puramente eléctrico, tiendes a pensar que es totalmente “verde”, al no emitir gases a la atmósfera. En ese sentido, en el uso, estás en lo cierto. Pero la trayectoria o trazabilidad de los materiales y procesos productivos y de reciclaje también forman parte de dicho producto. Es decir: lo que cuesta extraer los materiales, la contaminación que se produzca en esta extracción así como en su fabricación y ensamblaje, cuentan; y la energía que se consuma cuando la bicicleta eléctrica se recicle, también hay que considerarla.
Y ahí es precisamente donde se produce casi el total de contaminación de una bicicleta eléctrica, en el conocido como “ciclo de vida” del producto. Un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid lo han comprobado con cifras exactas. Así que la respuesta es sí, tu bicicleta eléctrica contamina o, lo que es lo mismo, tiene una huella de carbono de 300kg. Para fabricarla, y tras usarla y reciclarla, se han emitido o emitirán 300kg de CO2 a la atmósfera.
¿Pero esto es mucho o poco?
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Cómo medir los residuos de una bici eléctrica: la huella de carbono
Pues dicho en cifra absoluta, suena a mucho, pero no es así. La bicicleta eléctrica es un medio de transporte totalmente respetuoso con el medio ambiente. Emitir 300kg de CO2 durante una vida útil estimada de unos 20.000km es bastante poco. Para que lo puedas comparar, ten en cuenta que una bicicleta normal ya produce 180kg de CO2; o que un coche necesita 10 veces más energía en cada uno de sus desplazamientos, además de que es 125 veces más caro como medio de transporte.
Estas cifras relativizan ese valor absoluto, y aportan una perspectiva más correcta de la huella de carbono de una bicicleta eléctrica. Y la huella de carbono es totalmente un sinónimo de sostenibilidad.
Para resumirlo mejor, hemos de tener en cuenta que cualquier producto requiere de una extracción y manipulación de materiales, por lo que algo (por poco que sea) contamina. La clave es si esa contaminación es o no sostenible.
En la producción de una bicicleta eléctrica, el 60% de su huella de carbono responde a los procesos de extracción y fabricación, y el 29% al coste medioambiental del mantenimiento y la producción de los repuestos que necesitará. Es decir, casi un 90% son costes medioambientales totalmente ajenos al consumo de electricidad durante toda su vida útil (supone un 7% solamente) o el reciclaje de los materiales. Y lo que es más importante: esa huella de carbono no es consecuencia de combustibles fósiles, por lo que muchos son reciclables o consumibles y regenerables.
Además, el resto de “contaminaciones” también son extremadamente menores: es un vehículo totalmente silencioso, mucho más barato que un coche, y no emite olores ni empeora la visibilidad.
En resumen, no tienes de qué preocuparte. La bicicleta eléctrica deja una huella ecológica muy baja comparada con el resto de medios de transporte, y es un vehículo totalmente sostenible. El precio, comparada con una bici normal, ha sido siempre la barrera, pero muchos fabricantes ya están explorando menores márgenes a costa de aumentar la cota de mercado. Y el factor determinante: muchos países ya son conscientes de la sostenibilidad de las bicicletas eléctricas, y han empezado a apostar totalmente por ellas.