Las bicis de carretera siguen ganando en gravel
Jasper Stuyven vencía hace unos días el Campeonado de Europa y de Bélgica de gravel a lomos de una Trek Domane, la bici de esa difusa categoría gran fondo, all road, gravel light. Una victoria que vuelve a poner sobre la mesa el concepto que la UCI tiene del gravel, tan diferente al de las pruebas referentes de la modalidad.
¿Hace falta una bici de gravel para competir en esta modalidad?
Hace un año, tras la disputa del primer Campeonato del Mundo de gravel surgió la polémica al utilizar los principales competidores en dicha carrera sus bicicletas de carreteras habituales aunque con la única modificación del uso de neumáticos de mayor balón, pero neumáticos lisos de carretera al fin y al cabo salvo en algunas bicis puntuales que sí montaban gomas de ciclocross.
En cualquier caso, modificaciones mínimas sobre una bicicleta de carretera que, por un lado, dio argumentos a los detractores del gravel para continuar con sus afirmaciones de que el gravel no era más que el enésimo invento de las marcas para vendernos bicis que no necesitábamos y, por otro lado, la opinión más asentada, que criticó duramente a la UCI y a la organización italiana de aquella carrera por diseñar un recorrido sin apenas desnivel ni dificultades técnicas.
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Unas críticas, por ambos bandos, que se han vuelto a reproducir hace unos días tras la disputa del Campeonato de Europa de gravel en la comuna del brabante flamenco de Oud-Heverlee y que también era valedero como Campeonaato de Bélgica de esta especialidad. Ambos títulos recayeron en el vencedor de la carrera, el ciclista de Lidl-Trek Jasper Stuyven que prácticamente corría en casa ya que es originario de la cercana ciudad de Lovaina.
Stuyven eligió, dentro de la gama de bicis de Trek la nueva Domane, que la marca presentó en sociedad justo hace un año, montada con cubiertas de ciclocross. Una bici encuadrada en el catálogo de la marca de Waterloo en la categoría que ahora se denomina como Allroad y que fusiona las antiguas bicis de gran fondo que las marcas creaban para la París-Roubaix y que luego enfocaban como la opción ideal para el cicloturista, con la idea primigenia del gravel en la que únicamente se trataba de alternar asfalto y pistas de tierra, quizás algún sendero de forma puntual.
Con el enfoque actual de las bicis de gravel, quizás pueda parecer que se trata de una bicicleta de carretera con capacidad para circular por fuera del asfalto. Sin embargo, si consultamos el catálogo de Trek la realidad es que esta bici aparece tanto en su sección de gravel como en la de carretera. En cualquier caso, el paso máximo de rueda de 38 mm quizás suponga que se quede corta en recorridos más salvajes en cuanto a terreno pedregoso o con dificultades técnicas más propias del mountain bike pero que es hacia donde se acercan cada vez más bicis de gravel modernas.
Por otra parte el que con este tipo de bicis sea suficiente para poder ganar con solvencia una prueba de estas características deja claro el enfoque que la UCI ha hecho de la especialidad y que poco tiene que ver con las grandes pruebas del calendario tipo Unbound o The Traka en las que los ciclistas recorren distancias que superan los 300 kilómetros y acumulan un buen montón de metros de desnivel por terrenos variopintos.
Lo visto hasta ahora nos deja, por reglamento, pruebas de una distancia inferior a 200 kilómetros y, también recogido en la normativa internacional, en las que no se permite más de un cierto porcentaje de tramos de sendero. Esto hace que predominen las pistas y caminos anchos donde se puede ser mucho más permisivo con el material. Esto hace que, obviamente, los ciclistas elijan bicicletas más eficientes y ligeras como el caso de la Trek Domane usada por Jasper Stuyven que, al fin y al cabo, es la misma que seguramente utilizó en la disputa de la París-Roubaix.