Las bicis compartidas quieren acabar con las bicis urbanas en propiedad
La nueva planificación de las ciudades está abriendo un debate sobre las bicis compartidas o las bicis urbanas en propiedad. La mezcla será inevitable, pero posiblemente un modelo de bicicletas compartidas sea lo más lógico ante una etapa de movilidad urbana recuperada y de crisis económica.
Bici compartida, ¿una solución real para las ciudades?
Como quien toma un autobús o pide un taxi. El medio de transporte no es suyo, simplemente, dicho de forma simple, lo pide prestado unos minutos para llegar a su destino. Con las bicicletas compartidas en las ciudades ocurre algo similar: para qué comprar cada cual su bicicleta si un modelo eficiente y bien planificado puede proporcionar una bicicleta a cualquier persona que la necesite y que luego la deje para que la use otra persona.
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La teoría, como suele ser habitual, funciona perfectamente, pero ¿se impone el modelo de bicis compartidas? Pues parece lo más lógico, la mejor idea para la ciudad, sin embargo la experiencia en torno a su implantación en las urbes ha sido dispar. Hay ciudades en las que su asentamiento ha sido rápido y exitoso. Y hay otras en las que el fracaso fue de tal magnitud que las empresas promotoras acabando perdiendo su inversión y el servicio de bicis compartidas acabó desapareciendo.
De lo que no hay dudas es de que el modelo está bullendo, está en pleno debate.
Los datos lo confirman: la bici compartida toma las ciudades
Si el modelo de bicis compartidas parece muy lógico en las ciudades, ¿por qué a veces no funciona? En muchos casos por vandalismo, pero en la mayoría, como comentábamos, porque los usuarios acabando denostando las bicis compartidas por su ineficacia. Es decir, porque el entramado, la planificación urbana, no era la idónea para circular en bicicleta. El servicio podía estar muy bien, pero circular en bici no era ni cómodo, ni rápido ni sobre todo seguro.
Hacer entornos ciclables, más amenos para la bici, más pensados para ella, mejora notablemente los resultados de las compañías promotoras de bicis compartidas en entornos urbanos. El jefe de Buzzbike, una compañía de alquiler de bicis, fue muy rotundo esta semana y acaparó los titulares de varios medios: “La propiedad de las bicicletas urbanas ha muerto”, afirmó Tom Hares.
Según Hares, los argumentos de peso son que la economía está comenzando una fase que será larga de constreñimiento, de recesión, y que los usuarios no quieren adquirir bicicletas que, a menudo, si se trata de e-bikes, suponen un desembolso alto.
Por supuesto, esta tónica no es general. Francia, por ejemplo, sabe de esta realidad, que sí que existe, y por eso este mes lanzó un programa que dará hasta 2500 euros a un ciudadano o a una ciudadana para que compre una e-bike siempre que entregue un coche antiguo.
Pero la mayoría de ciudades no están apostando por ayudas directas, así que el modelo compartido debería tomar cuerpo si finalmente se confirma esa combinación de recesión económica, nueva movilidad y nuevo marco legislativo frente a la contaminación, las emisiones y el cambio climático y el calentamiento global.
En Reino Unido, por poner otro ejemplo contrastado, las cifras de bicicletas compartidas no paran de crecer año a año. Este último año, en un contexto tan particular, el aumento fue de casi el 30% según el informe anual de bicicletas compartidas que realiza cada curso CoMuUK.
¿Qué sucede en España? ¿Y en el resto de Europa? ¿Qué pasa en las principales ciudades de Latinoamérica? Los casos son tan variados, desde una dedicación máxima con o sin resultados hasta un olvido total en programas para la promoción de la bici compartida en la ciudad, que es imposible abordarlos. Pero lo que sí está claro, volviendo al inicio de nuestro artículo, es que el modelo está en boga. Es el momento de que la bici tome las ciudades, y la bici compartida puede ser esa gran solución.