Big Data y el dopaje tecnológico
Las nuevas tecnologías cada vez se integran más en el deporte. Cómo pueden influir en el rendimiento del ciclista y al desenlace de la competición y fijar un límite a las mismas es uno de los últimos motivos de preocupación de la Agencia Mundial Antidopaje que ya afronta un proyecto para anticiparse a los problemas éticos y legales que pudiera conllevar la aplicación de tecnología.
El Big Data y las nuevas tecnologías abren la puerta a nuevas formas de dopaje
El uso de la tecnología para adulterar los resultados de la competición no es algo nuevo. Seguro que a todos nos vienen a la cabeza los manidos casos del uso de motores eléctricos en las bicis, casos puntuales pero que provocaron que la UCI estableciera todo un sistema de comprobación de las bicicletas para evitar su utilización.
También se podrían plantear dudas sobre la influencia y ética de uso de productos más novedosos como los sistemas de estimulación cerebral, que envían ondas al cerebro que mejoran las conexiones neuronales potenciando características como la explosividad, la fuerza o la resistencia.
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Aunque hoy en día no suponen un problema en lo que a la limpieza en el desarrollo de las competiciones concierne, la AMA ya ha mostrado su inquietud por cómo podrían afectar las tecnologías al deporte en un futuro por lo que ha puesto en marcha un proyecto para estudiar las implicaciones éticas y legales que pudieran surgir y que está dirigido por el profesor de filosofía del derecho en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona Alberto Carrio. Un proyecto que cuenta con el apoyo de BBVA y de expertos en ética de otras universidades como la de Oxford.
El proyecto no se centra únicamente en el uso de nuevas tecnologías como posible forma de dopaje sino que también aborda el aspecto de la afectación a los derechos de los deportistas que estas tecnologías pudiera conllevar.
Esto tiene su motivación con el creciente uso de la inteligencia artificial y el análisis masivo de datos, también conocido como Big Data que supone el acceso a parámetros personales de los deportistas que luego son tratados por diversos algoritmos para aventurar información sobre su rendimiento.
Un ejemplo reciente fue la exhaustiva monitorización que llevaron a cabo en Jumbo-Visma de su líder Jonas Vingegaard y el resto de corredores a los que se les controla cada vatio que mueven en la bici, alimentación al milímetro, horas de sueño y descanso así como los parámetros fisiológicos, en principio únicamente para afinar al milímetro su preparación y participación en las carreras.
Sin embargo, esta masiva recogida de datos abre la puerta a que pudieran ser utilizados de formas menos éticas al reducir al deportista a meros números. Un claro ejemplo lo tenemos en el fútbol donde el Big Data se aplica para aconsejar a los clubes sobre posibles fichajes, anticipando los algoritmos de inteligencia artificial qué jugadores van a tener una mejor proyección a lo largo del tiempo.
Esto puede suponer que un jugador o un ciclista que por cualquier motivo haya pasado una mala racha sea tachado por el algoritmo o que limite sus opciones de lograr un buen contrato o sus posibilidades de acudir a tal o cual carrera cuando el equipo elija la alineación en base a los datos almacenados.
En la actualidad, uno de los deportes más monitorizados es el fútbol, donde se han popularizado el uso de petos GPS que recogen cada movimiento del jugador por el campo a la vez que monitorizan multitud de parámetros fisiológicos, a lo que se suma toda la información que se genera durante los partidos sobre el rendimiento de cada futbolista: pases, tiros, regates, distancia recorrida, velocidad…
El ciclismo no le va a la zaga al fútbol donde los equipos punteros realizan un seguimiento minucioso de todo lo referente al ciclista gracias a la información que se almacena en los ciclocomputadores GPS y los datos de los medidores de potencia o de las cintas de pulsómetro con las que incluso se puede anticipar el rendimiento en base a la actividad cardíaca.
Un nuevo paradigma del deporte que en un futuro podría condicionar las competiciones y ante el que conviene anticiparse antes de que la tecnología transforme de forma irreversible el deporte tal y como lo conocemos.