Ciclistas que llegaron de otros deportes
Muchos ciclistas casi han nacido con una bici bajo el brazo. Por vocación o por tradición familiar (ahí está el caso Mathieu Van der Poel, el predestinado), la mayoría no recuerda otra afición que salir a rodar. Otros, en cambio, descubren el ciclismo por casualidad. (y por suerte, añadiríamos, tanto para ellos como para los aficionados). De hecho, estos últimos cada vez son más.
Hoy te contamos un puñado de buenas historias de deportistas que se pasaron al ciclismo y descubrieron el deporte de sus vidas. La gran mayoría, con un futuro prometedor en sus respectivos deportes. Sin embargo, ni uno solo de ellos se arrepiente de haberse convertido en ciclista.
6 ciclistas que no practicaban ciclismo
Uno de los casos más sonados sin duda es el de Remco Evenepoel. El (todavía) jovencísimo corredor belga, al que muchos ponen como el próximo Eddy Merckx, ya ha ganado una Clásica de San Sebastián, la Vuelta a Burgos, el Tour de Polonia y un bronce en el Mundial de Contrarreloj. Así que sorprende saber que haya tenido tiempo en sus apenas 21 años para dedicarse (con éxito) a otro deporte.
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Pues así es: Evenepoel jugaba al fútbol, y a muy buen nivel. De hecho, estuvo en la cantera de PSV Eindhoven y Anderlecht y, no solo eso, sino que fue internacional en su categoría y capitán de su generación. Es decir, que prometía como futbolista pero, en plena adolescencia, decidió probar en el ciclismo. Y, voilà, llegó a la élite en apenas tres años.
No obstante, el paso del fútbol al ciclismo continúa siendo una excepción. Aunque los italianos recuerdan siempre a Giuseppe Ticozzelli, que corrió el Giro de Italia de 1926, a la vez que jugaba en la Serie A. Y, a un nivel menos profesional, también tenemos al campeón olímpico en ruta Greg Van Avermaet: fue portero en los juveniles del KSK Beveren belga. En este caso, el factor determinante para que se decantase por el ciclismo fue sin duda la tradición familiar. Y claro, vistos los resultados, no hubo dudas de que su futuro estaba ahí, sobre la bici, y no parando penaltis.
Atletismo y esquí, los clásicos del fondo
Más habitual es llegar desde los grandes deportes fondistas: el atletismo, el triatlón, el esquí... Ahí está, por ejemplo, David De La Cruz, que en 2009 no sabía absolutamente nada de ciclismo. Él era un atleta, sin un gran futuro a la vista, con algunas lesiones y una experiencia frustrante en el mundo del spinning.
El de Sabadell dijo basta y empezó a forzar la máquina para entrar en el mundo de las dos ruedas. Dos años después, ya corría profesionalmente con Caja Rural. Y luego lo hizo en el Etixx-Quick-Step, el Sky de Chris Froome, el UAE de Pogacar y (actualmente) el Astana. Él suele contar que todo se debió a un pinchazo cuando usaba su bicicleta para ir a comprar al supermercado. Hablando con el encargado del taller, acabó en el Club Ciclista Trujillo... y lo demás es historia.
El canadiense Michael Woods, además de jugar a hockey sobre hielo de pequeño, fue un notable mediofondista en categoría junior. En 2005, logró la medalla de oro en 1.500 metros en los Campeonatos Panamericanos Sub-20, así como los récords de Canadá para la milla y los 3.000 metros. Las lesiones, como a otros muchos, fueron lo que le trajo al ciclismo. Y, tras pasar a profesionales con 27 años, ha conseguido dos etapas en la Vuelta a España y un bronce en un Mundial.
Quizá el salto más sencillo de todos, no obstante está en el triatlón. Al fin y al cabo, una de las tres partes se hace sobre una bicicleta y, si eres capaz de imponerte a tus rivales sobre todo en esta disciplina, no es raro que te plantees dedicarte a tiempo completo a ella. El último en hacer la transición ha sido el español Javier Romo, desde este año en el Astana Qazaqstan, pero cuarto en el Campeonato de España de Triatlón en 2018. Aunque tiene buena compañía en la historia de este deporte.
El mismo Lance Armstrong se inició de esa forma. A los 16 años, ya era profesional del triatlón, y con 19 llevaba dos campeonatos de Estados Unidos en modalidad Sprint. Por cierto, tras su retirada volvió a practicarlo. Otro grande, como Richie Porte, también era triatleta, y antes nadador. El australiano no era profesional, pero nadar le hacía tanto bien que aún hoy sigue haciéndolo.
Y luego está el nutrido grupo de los esquiadores. Seguro que te sabes al menos el nombre de uno: exacto, Primoz Roglic. El genial esloveno era saltador, y de los buenos, además. Campeón del Mundo junior con 17 años, las lesiones (una vez más) le obligaron a una retirada temprana a los 22. Solo entonces empezó a darle a esto de los pedales. Y menos mal, porque... ¡qué corradorazo nos hubiéramos perdido de no ser así! Triple ganador de la Vuelta a España, campeón olímpico de Contrarreloj, vencedor de una Lieja-Bastogne-Lieja, eterno aspirante al Tour de Francia y, sobre todo, parte de una de esas rivalidades que marcan época con su compatriota Tadej Pogacar.
Sin embargo, Rogla no es ni mucho menos el único 'ciclista que vino del frío'. Greg LeMond se inició en el deporte con el esquí de fondo. La transalpina Maria Canins, una de las ciclistas femeninas más grandes de la historia (con dos Tours de Francia, un Giro de Italia y cuatro podios en el Mundial, amén de una intensa rivalidad con Jeannie Longo) había sido antes 15 veces campeona de Italia en esta disciplina. Y, después de su retirada, todavía fue dos veces campeona del Mundo de Triatlón de Invierno.
Y, en los últimos tiempos, nos sobran los ejemplos, auspiciados sobre todo por los altos valores que estos deportistas pueden dar en la prueba del VO2 max. El español Martí Vigo, que llegó a participar en los Juegos de Invierno de Pyeongchang 2018, fichó en 2021 por el Androni Giocattoli, aunque en su primer año de profesional no ha logrado resultados destacables.
Aun más fulminante ha sido la carrera de Anton Palzer, que pasó de esquiador de montaña a la salida de la Vuelta a España en apenas 4 meses con el equipo Bora-Hansgrohe. Por cierto, prácticamente sin experiencia en el pelotón, fue capaz de completar las tres semanas.
Patinaje, remo, equitación... los más raros
Y, por fin, están los casos 'de estudio', los más curiosos. Ahí encontramos a alguien que merece un artículo entero: Eric Heiden, uno de los mejores patinadores de velocidad de la historia, y la estrella absoluta de los Juegos de Invierno de 1980 en Lake Placid (5 oros, que se dicen pronto).
Un Simone Biles de los años 80 que, enamorado del ciclismo, decidió un buen día dedicarse a él. Fue, junto a Jim Ochowicz, uno de los fundadores del 7-Eleven, el primer equipo profesional estadounidense. Pero no se limitó a ejercer de manager, sino que también se enfundó el maillot. En 1985 ganó el primer Campeonato Nacional de Estados Unidos y participó en el Giro de Italia, donde su compañero Andy Hampsten se reveló como una estrella, y en 1986 comenzó el Tour de Francia, en el que aquel fue maillot blanco, aunque no pudo acabarlo.
El remero alemán Jason Osborne también está dentro de la reciente hornada de talentos venidos de otras disciplinas. Campeón del Mundo en Scull individual ligero en 2018 y medalla de plata en los Juegos de Tokio 2020 en doble scull ligero, su billete de entrada al mundo del ciclismo le vino al ganar el primer Mundial de Ciclismo eSport de la UCI, en 2020.
Poco después de los Juegos, nada menos que el Deceuninck-Quick-Step le fichaba como stagiaire. Consumado contrarrelojista, consiguió entrar en el top 10 en una de sus primeras carreras, el prólogo del Tour de Eslovaquia. A su lado habría que poner a una leyenda como la británica Rebecca Romero: medalla de plata en remo en Atenas 2004 y medalla de oro en pista (persecución individual) en Pekín 2008.
Pero quizá el premio al deporte más extraño desde el que ha venido al ciclismo un profesional haya que concedérselo a la hípica. Seguramente no te suene el nombre de Wilson Renwick... a menos que seas aficionado también a las carreras de caballos, porque entonces lo conocerás como un exitoso jockey con más de 400 victorias. En 2017, probó con el ciclismo, aunque en competiciones modestas: estuvo a punto de vencer una etapa del Tour de Senegal, lo que llamó la atención de un equipo Continental serbio-español, el Java-Partizan, que lo fichó para 2018. Y, en 2019, incluso ganó una contrarreloj en el Tour de Guyana.
Otros 2 veteranos que se pasaron al ciclismo
En este apartado sí que existen muchísimos ejemplos, pues el paso de futbolistas retirados al mundo del ciclismo es una constante. Por ejemplo, Paco Camarasa, mítico jugador del Valencia que ahora se dedica a hacer marchas ciclistas de más de 150 kilómetros.
O Roberto Solozábal, quien tocó techo como capitán del Atlético de Madrid en la época de Jesús Gil (incluido el famoso año del doblete) y hoy es un hueso duro de roer en el mountain bike. El defensa colchonero se compró una furgoneta y una bici nada más dejar el fútbol, y ha probado con pruebas de bastante nivel, como el Ironman de Lanzarote, el Celtman de Escocia y, sobre todo, la mítica Titan Desert, participando en numerosas ediciones.
Sea como sea, como élite o como exprofesional de otra disciplina retirado, el ciclismo ha supuesto una experiencia única para muchos deportistas. Las dos ruedas tienen un encanto difícil de explicar.