Soy cicloturista ¿Qué puede hacer el medidor de potencia por mí?
Cuando escuchamos hablar de los medidores de potencia, inmediatamente nos viene a la mente alguna etapa del Tour de Francia con los corredores tratando de exprimirse al máximo.
El medidor de potencia en el cicloturismo
Vamos a alejarnos de la imagen de aquel ciclista que participa en las marchas con un enfoque puro de carrera para centrarnos en el perfil más habitual que podemos encontrar en las carreteras. Esos ciclistas que no siguen un entrenamiento programado, se limitan a montar en bici lo que sus obligaciones les permiten y no se plantean objetivos más allá de terminar determinada marcha, unas vacaciones recorriendo los puertos que salen en la tele o llegar con los primeros a las cervezas tras la ruta con su club los domingos.
Por otro lado, el uso de medidores de potencia, hasta hace pocos años reservado a quienes entrenaban y competían por el importante desembolso que suponía su adquisición, se ha ido democratizando gracias a la disponibilidad en el mercado de modelos cada vez más asequibles y su inclusión como componente de serie en algunas bicis de gama alta.
¿Qué aportan los vatios?
La cifra que observamos en la pantalla del ciclocomputador no es más que una medición directa del esfuerzo que nuestras piernas están realizando para desplazar la bici en ese momento. Una medida que no se ve afectada por valores externos como ocurre con las pulsaciones que aun sigue siendo el dato utilizado por la mayoría de ciclistas del perfil que señalábamos al principio.
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La frecuencia cardíaca varía con la adaptación al entrenamiento, la temperatura ambiente, la hidratación del ciclista o la fatiga acumulada. Aparte, con la medición de potencia obtenemos una medida instantánea del esfuerzo al contrario que con las pulsaciones que tardan un cierto tiempo en responder a los cambios de intensidad.
Para el caso del cicloturista lo que realmente nos interesa es que 200 vatios siempre son 200 vatios, haga frío o calor, nos encontremos al comienzo o al final de una ruta.
Medir los esfuerzos
Así llegamos a esa marcha tan dura salpicada de puertos para la que te han liado los compañeros de la grupeta. Se da la salida y aquello se lanza como si la prueba terminase a la vuelta de la esquina. Como estás fresco, te dejas llevar por la vorágine y subes el primer puerto del día como si tratara de una salida de un par de horas entre entre semana. En el siguiente ya vas notándote más cansado e intentas buscar un grupo que te lleve pero, poco a poco, te vas dando cuenta de que las baterías se acaban y, cuando llega el último puerto del día, llevas puesto el desarrollo más blando del que dispones en rampas que normalmente subirías a plato e incluso te acompañan los calambres en la parte final.
Si os sentís identificados con este relato, el medidor de potencia puede ayudaros a que esta situación no se repita actuando con un pequeño ángel de la guarda que nos va a ir susurrando al oído el ritmo que debemos llevar.
Evidentemente, para utilizar correctamente el medidor, en primer lugar debemos tener una referencia de que cifras de potencia somos capaces de mover y durante cuanto tiempo. Para ello, lo habitual es realizar un test de 20 minutos con el que establecer las zonas de trabajo aunque, como nosotros no seguimos un plan preciso bastará la experiencia del día a día fijándonos en las medias que sacamos en nuestros recorridos habituales o los datos que obtenemos en nuestras subidas habituales o, simplemente, simulando un recorrido similar al de la prueba que vayamos a hacer.
Con esta información presente, el segundo paso es hacer caso a los números que aparecen en pantalla. Al comienzo de la marcha que describíamos antes las fuerzas de todo el mundo están intactas y cuando nos pongamos a subir o vayamos metido en un grupo es probable que el ciclocomputador marque cifras más altas de las que nuestras pruebas nos dicen que tenemos que llevar.
Por mucho que nos cueste dejar marchar a un grupo, hemos de ser conscientes de que ese no es nuestro ritmo y hacer caso a los datos del medidor. Si somos disciplinados y hacemos caso a los números, a buen seguro el final de la prueba será bien distinto cuando comencéis a atrapar a ciclistas que iban con vosotros al comienzo, se fueron muy por delante y en la parte final apenas pueden seguir el ritmo.
Conocerse mejor
Aparte de la buena gestión del ritmo a lo largo de las salidas que nos permiten los vatios, el uso del medidor nos va generando una constante retroalimentación con la que interpretamos de manera más efectiva las sensaciones que tenemos sobre la bici. Sin dejarnos llevar por la euforia de esos días que te sientes como si fueras sin cadena pero que, una vez vistos los números, no reflejan un rendimiento superior al habitual, o al contrario, cuando las sensaciones son de ir sufriendo y arrastrándose pero en realidad si salen las cifras donde deben. De esta forma somos capaces de ser más objetivos y no caer en el desanimo cuando estemos sufriendo al límite en un puerto. Este autoconocimiento también nos resultará útil cuando montemos en una bici sin medidor de potencia y podamos basarnos con más fidelidad en las sensaciones para estimar que vamos al ritmo adecuado.