Cómo de duro es el Tour de Francia
Nos aproximamos al comienzo del Tour de Francia 2023 que arrancará su andadura el próximo 1 de julio. La carrera más importante de cuantas se disputan en el calendario ciclista y la que exige el máximo de los ciclistas, ya no sólo para ganarla sino, simplemente para poder completarla con éxito. De hecho, los propios profesionales llegan a afirmar que uno no tiene el carnet de ciclista hasta que atraviesa la meta de los Campos Elíseos.
La exigencia del Tour de Francia en números
A menudo se suele hablar de lo que supone para un ciclista participar en una gran vuelta por etapas. Carreras que durante 3 semanas exigen el máximo del deportista disputándose a velocidades irracionales y encadenando durísimas jornadas de montaña haciendo clave la gestión de las fuerzas y la capacidad de recuperación.
Sin embargo, la dureza de una gran vuelta como el Tour de Francia 2023, no deja de resultar algo abstracto para quién se sienta delante de la televisión para ver las evoluciones de los ciclistas, incluso para aquellos habituados a recorrer cientos de kilómetros en bici.
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Como ocurre habitualmente en el mundo en el que vivimos, los números llegan en nuestro auxilio para ofrecernos una foto precisa cuantificable del esfuerzo que supone competir en una carrera del máximo nivel como es el Tour de Francia, comenzando por los 3.404 kilómetros que los ciclistas tendrán que recorrer en esas 21 etapas con tan sólo dos jornadas de descanso.
Sin embargo, el tema no es ya realizar más de 3.000 kilómetros en esas semanas, algo que podría estar al alcance de cicloturistas bien entrenados como los que cada vez son más habituales en las carreteras sino realizarlos a 42,026 km/h de velocidad media como los que registró la edición 2022, que se convirtió en el Tour de Francia más rápido de la historia.
A ello hay que añadir que varias etapas superan los 4.000 e incluso 5.000 m de desnivel ascendido si hablamos de las grandes jornadas de montaña y que en el resto, es habitual que esa cifra se vaya por encima de los 2.000 m. ¿Cuántas veces al año hacéis distancias superiores a los 150 km y subís esos desniveles? Normalmente sólo cuando se participa en una marcha cicloturista que suele dejarte destrozado durante varios días.
Tanta exigencia supone llevar un entrenamiento intensísimo que para la mayoría de los ciclistas supone acudir a esta cita en el mejor nivel de forma que son capaces de alcanzar a lo largo del año. Entre los profesionales que preparan el Tour de Francia son habituales semanas de entrenamiento de 30 a 40 horas de bici, como referencia, un cicloturista medio suele pedalear entre 6 y 10 horas semanales.
Los vatios son otra forma tremendamente objetiva de determinar las capacidades necesarias para afrontar la dureza de un Tour de Francia, en concreto el valor de FTP o umbral funcional de potencia que determina los vatios que es capaz de sostener un ciclista durante una hora a tope y que sirve para medir la capacidad en esfuerzos de larga duración.
Un ciclista que aspire a ganar el Tour de Francia debe de contar con un FTP superior a los 6 W/kg, una cifra que puede resultar ligeramente inferior a esa cifra en los corredores que se encuentran un escalón por debajo. Como comparación, un ciclista experimentado suele moverse en un valor de FTP entre los 3,5 y 4 W/Kg.
Sin embargo, el Tour, como toda gran prueba de resistencia, se basa en la gestión de la energía, es decir, gastar fuerzas sólo cuando es necesario. En muchas jornadas, los favoritos permanecen agazapados en el pelotón pedaleando sí, muy rápido, pero a cifras de potencia que para nosotros serían el equivalente a esas salidas tranquilas con la grupeta con el único objetivo de ir a tomar el café de mitad de ruta, no teniendo que esforzarse realmente más que en los últimos kilómetros donde normalmente el ritmo se incrementa para dar caza a la fuga del día o preparar la llegada para los hombres rápidos.
Con todo, son esfuerzos de un día tras otro en los que el organismo va acumulando fatiga, por ello es que muchas veces estas carreras no se deciden hasta la última semana cuando el machaque diario acaba pasando factura a alguno de los contendientes. Por ello los equipos trabajan específicamente en la recuperación diaria de los ciclistas, desde los batidos de proteínas e hidratos de carbono justo nada más cruzar la línea de llegada, pasando por el clásico masaje para reducir el daño muscular causado por el esfuerzo hasta las ganancias marginales como equipos que llevan sus propios colchones y almohadas para garantizar el correcto descanso. Todo suma.
Con todo, la mejor manera de experimentar lo que supone un Tour de Francia no es otra que participar en algún evento por etapas en los que, habitualmente durante una semana, se encadenan duras etapas de montaña, para sentir en nuestras propias carnes cómo los esfuerzos se van acumulando según pasan los días, la diferencia entre realizar o no una buena recuperación y alimentación o aprender a ahorrar cada gramo de fuerza sobre la bici prefiriendo ritmos constantes a cambios de ritmo innecesarios.