Cómo frenar los calambres sobre la bici
Cuando afrontamos un recorrido largo y exigente sobre la bici, sobre todo si es a ritmo intenso, uno de los mayores miedos del ciclista es la aparición de calambres en el tramo final de la prueba. Una reacción de los músculos cuando dejan de poder gestionar la fatiga y que puede ser tremendamente incapacitante, obligándonos a bajar y ritmo y llegando, en casos extremos a impedirnos proseguir sobre la bici.
Que los calambres no te frenen
Los calambres, o rampas como se les conoce en algunos lugares de España se definen como una contracción intensa y dolorosa del músculo. Al producirse de forma involuntaria, el músuculo se contrae de golpe al máximo, impidiendo el movimiento y provocando dolor al tratar de tensarse más allá del recorrido mecánico que ofrece la articulación y más aún cuando tratamos de estirarlo para que vuelva a su posición de relajado.
Respecto a qué causa los calambres, no termina de haber un consenso entre la comunidad científica sin embargo, hoy en día dos parecen ser las causas principales que los provocan ya sea de forma individual o una combinación de ambas. Hablamos de la fatiga muscular que se va acumulando durante esfuerzos de larga duración. Por otra parte, también podría ser responsable de los calambres la disminución de la concentración de electrolitos y líquidos, necesarios para llevar a cabo la contracción muscular y para transmitir de forma adecuada las señales nerviosas que el cerebro transmite a los músculos para que realicen su movimiento.
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Cuando aparecen sobre la bici, algo que tarde o temprano te va a sucecer ya que ni siquiera los ciclistas profesionales se libran en ocasiones de ellos, tienes varias opciones para lidiar con ellos. De entrada, mencionar que los calambres no suelen aparecer de golpe salvo que realicemos un movimiento brusco en condiciones de mucha fatiga. Normalmente van avisando con pequeños pinchazos en los músculos y pequeñas contracciones hasta que, en un momento dado, ante un esfuerzo un poco más intenso, el músculo afectado se bloquea y se queda totalmente contraído.
Obviamente, lo mejor es no llegar a ese extremo y, en cuando percibamos los amagos, es momento de tratar de bajar el nivel de intensidad, ahorrar esfuerzos, especialmente aquellos que impliquen movimientos bruscos y tratar de hacer un aporte extra de sales. También es de gran ayuda el tratar de realizar pequeños estiramientos sobre la bici en la medida que el ritmo y el recorrido nos lo permita.
Sin embargo, si el músculo se bloquea completamente las opciones que nos quedan son pocas. Bajarnos de la bici y tratar de estirar el músculo será prácticamente lo único que podremos hacer en esos momentos que, normalmente, vienen acompañados de un intenso dolor. Un estiramiento que ha de ser muy progresivo hasta lograr que, poco a poco, el músculo afectado vuelva a su posición de relajación. En todo caso, una vez que sufrimos un calambre gordo estaremos muy condicionados al reanudar el pedaleo y tendremos que hacerlo a una intensidad muy suave para evitar que vuelvan a aparecer.
Como medidas de prevención, el primer consejo que os podemos dar es realizar una correcta gestión de los esfuerzos. Cuando afrontamos una marcha cicloturista es muy fácil dejarse llevar por la vorágine de agarrarse a un buen grupo. Sin embargo, hemos de tener la cabeza fría y ser conscientes de nuestras capacidades para no gastar balas en el inicio que podamos pagar al final de la prueba salvo, claro está, que nuestra apuesta sea arriesgar para batir una determinada marca o vencer ese pique con ese colega de andanzas ciclistas. Si tenemos medidor de potencia, una buena política será hacer una planificación de potencia para los distintos tramos y tratar de ceñirnos a ella en la medida de lo posible.
Por supuesto, mantener una buena hidratación y alimentación a lo largo de la ruta también es clave para retrasar al máximo la fatiga muscular, especialmente la primera donde trataremos de ser rigurosos aportando sales.
También la preparación que llevemos a lo largo del año es clave en la aparición de calambres. Obviamente, cuando mejor sea nuestra forma física más difícil será que los suframos. Pero, concretando en el entrenamiento, parece haber una relación entre aquellos ciclistas que realizan un buen trabajo de fuerza a lo largo de todo el año y sufrir menos calambres.
Y si, a pesar de todo acaban apareciendo los calambres ya que ni siquiera los ciclistas profesionales se libran de ellos en determinadas ocasiones, siempre podéis aplicar el método que hemos visto usar a ciclistas como Latchlan Morton o el propio Tadej Pogacar y recurrir al jugo de pepinillos que parece ser un remedio eficaz para poner coto a los mismos una vez que hacen su aparición.