Cuándo te toca reparar tu bici de carretera: lista de componentes y su vida útil
Llevar al día el mantenimiento de nuestra bici de carretera no sólo proporciona un mejor funcionamiento sino que también afecta a la seguridad. Aquí te contamos cuándo es necesario cambiar los componentes más habituales.
Cuándo cambiar cada componente de tu bici de carretera
En la etapa del Tour de Francia 2022 que finalizaba en Foix, en el momento decisivo, aplicando plena potencia, la cadena de la bici de Rafal Majka saltaba por los aires, provocándole una lesión que le impediría tomar la salida al día siguiente.
Aunque en las bicis de los profesionales es un caso extraño y aislado ya que sus máquinas son revisadas a diario, cuando salimos a la carretera no es extraño encontrar entre las bicis de los cicloturistas aquellas que tienen ruidos, no cambian correctamente o llevan las cubiertas con apenas un hilo de goma útil.
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Mantener la bici a punto es esencial para que las fuerzas que aplicamos sobre los pedales lleguen adecuadamente a la rueda trasera y no se desperdicien por el camino. Además de la efectividad de una bici bien mantenida, también es importante el factor de la seguridad. Unas cubiertas o unos frenos en mal estado nos pueden suponer un grave disgusto en el momento menos pensado.
Estos son los principales puntos de la bici que debes de revisar y sustituir cuando hayan llegado al final de su vida útil.
La cadena no es para toda la vida
Elemento esencial en la transmisión de la potencia que genera el ciclista, a menudo también es uno de los más descuidados. Mantenerla limpia y lubricada es básico para su correcto funcionamiento y para alargar su vida útil. Una duración que varía enormemente en función de las condiciones climáticas de uso, mantenimiento y el estado de platos y piñones.
Con el uso, los puntos de unión entre eslabones van adquiriendo una pequeña holgura que acumulada a lo largo de la cadena produce un importante estiramiento que provoca que los dienten de platos y piñones no encajen correctamente en ella.
Hemos visto cadenas completamente estiradas con apenas 1.500 kilómetros y cadenas permanecer prácticamente nuevas tras más de 8.000 km. Por ello es muy difícil establecer una duración de este componente por lo que, lo más recomendable, es contar con un medidor de estiramiento y comprobar periódicamente su estado para sustituirla cuando sea nedesario.
Platos, piñones, roldanas de cambio
La duración y funcionamiento de estos componentes está íntimamente ligada al mantenimiento de la cadena. Una cadena estirada desgastará el espacio entre dientes para poder acomodar el mayor hueco entre eslabones. Esto tiene como consecuencia una pérdida de precisión a la hora de cambiar de marcha y, en algunos casos, nos puede provocar chupados de cadena en los platos que pueden dañar el cuadro o destrozarnos un cambio si se producen en un momento de pleno esfuerzo.
Unos platos y piñones gastados además añaden el problema extra de que, al sustituir la cadena por una nueva, la que pongamos resbalará provocando saltos en los piñones, o si aún encaja, se estirará rápidamente para acomodarse al espacio entre dientes de los piñones y platos desgastados.
Manteniendo correctamente la cadena y sustituyéndola antes de que su estiramiento sea excesivo, platos y piñones pueden durar años en perfecto funcionamiento. Procederemos a su sustitución cuando veamos que la vida de las cadenas que vayamos poniendo se acorta o, en el caso de los platos, si vemos algún diente doblado, mellado o sufrimos chupados.
Pastillas o zapatas de freno
Este es otro de los elementos al que los cicloturistas no suelen hacer demasiado caso hasta que se llevan un susto en alguna bajada. No hace falta decir que mantener unos frenos en perfecto estado es vital a la hora de garantizar nuestra seguridad sobre la bici.
Además de la pérdida de eficacia en la frenada, unas pastillas gastadas hasta el límite pueden dañar el disco de freno obligándonos a su sustitución. En el caso de las zapatas, es la llanta la que puede verse dañada, especialmente en el caso de las llantas de carbono que, a menudo, cuentan con un recubrimiento especial para mejorar la retención.
La duración de estos elementos varía, desde 1.000 km hasta varios miles, en función del estilo de conducción y las condiciones meteorológicas en que usemos la bici. Nada como unas salidas con lluvia y carreteras sucias para acortar la vida útil de zapatas y pastillas.
Comprobaremos visualmente de forma regular el estado de las pastillas y las zapatas para sustituirlas cuando comience a agotarse el material de frenado. En el caso de las pastillas de freno, las extraeremos de las pinzas para verificar que tienen una superficie uniforme, sin zonas dañadas que, a menudo, se traducen en ruidos. Por su parte, en las zapatas convencionales es importante verificar que no tienen piedrecillas o trozos de metal incrustados y que las ranuras de evacuación de agua se encuentran limpias.
Neumáticos: no esperes a llevarte sustos
Las cubiertas o tubulares son el único punto de contacto entre nuestra bici y la carretera, esto implica que han de ofrecer agarre en todas las situaciones, especialmente cuando nos lanzamos a toda velocidad en el descenso de un puerto.
Como dato, es un elemento que, en los equipos profesionales, sustituyen cada dos o tres etapas máximo ya que una cubierta gastada ofrece un agarre inferior y, al desgastarse principalmente por el centro de la banda de rodadura, crea una transición abrupta cuando inclinamos la bici en las curvas. Además, unas gomas gastadas o con cortes son mucho más propensas a sufrir pinchazos.
Tampoco se puede establecer una duración general para las cubiertas ya que depende en gran medida del modelo utilizado. No es lo mismo una cubierta ligera orientada a la competición, que a los 1.000 kilómetros pueden estar pidiendo ya el cambio, hasta las duras cubiertas reforzadas frente a los pinchazos que se orientan al entrenamiento, a las que podemos sacar más de 7.000 kilómetros.
En algunos casos, los fabricantes colocan unos pequeños testigos de desgaste para valorar cuando alcanzan el final de su vida útil. Si no, una inspección visual servirá para decidir cuándo sustituirlas. Comprobaremos que no tengan cortes ni piedrecillas o cristales incrustados. También el estado de la goma para ver que no se encuentre cuarteada o con la zona central excesivamente aplanada. Y, una parte que a menudo se olvida, verificaremos el estado de los flancos, en especial en la zona de contacto entre la llanta y la carcasa.
No te olvides de los cables y fundas, que también hay que cambiarlos
Con la normalización de los grupos electrónicos esta tarea de mantenimiento casi ha quedado en el olvido. Para aquellos que aún utilicen grupos mecánicos es una labor a realizar al menos una vez al año.
En todo caso, la duración de este componente dependerá de la calidad de las que llevemos montadas. Los kits de mayor nivel cuentan habitualmente con una mejor protección frente a la entrada de agua y con cables teflonados para un mejor deslizamiento.
Alargar el uso de cables y fundas se traduce habitualmente en mayor dureza a la hora de accionar los cambios y una imprecisión que va creciendo según aumenta el desgaste.
¿El sillín hay que cambiarlo?
Otro de los grandes olvidados por el cicloturista es el sillín, cuyo desgaste no percibimos hasta que, de forma inexplicable, empezamos a sufrir molestias, incluso lesiones.
Con el peso de nuestro cuerpo, la espuma y la carcasa acaban cediendo con el paso del tiempo lo que puede suponer perder hasta 1 centímetro de altura de sillín entre uno nuevo y uno usado, por lo que no deberíamos estirar su uso más de dos o tres temporadas.
En cualquier caso, la duración de este componente difiere mucho en función del peso del ciclista y el modelo utilizado. Un sillín con carcasa y raíles de carbono lo más probable es que sufra una deformación mínima en su estructura. Además suelen ser modelos con poco acolchado. En el momento que llegue a su límite lo más probable es que sea por una rotura. Al contrario, los raíles metálicos y las estructuras plásticas serán más propensas a deformarse con el uso.
Manillar
No suele ser un elemento que consideremos como de desgaste. Sin embargo, en el caso de modelos metálicos y en ciclistas que sudan mucho y realizan largas sesiones sobre el rodillo hemos de comprobar su estado cada cierto tiempo. No sería el primer manillar que vemos corroído por las sales del sudor hasta el punto de romperse.
Ni que decir, que revisaremos este componente en caso de sufrir una caía al ser, habitualmente, es primero que recibe los impactos.
Cambiar la cinta de manillar es la manera más sencilla de estrenar bici
Una cinta de manillar en buen estado es básica para ofrecernos un buen agarre. Sin embargo, no resulta extraño ver a cicloturistas que no la han cambiado en años, la llevan suelta, con huecos entre las vueltas y con la superficie completamente desgastada.
Tratándose de un elemento barato y de fácil sustitución, no cuesta nada sustituirla al menos una vez al año. Es ideal, si vamos a hacer un cambio de cables y fundas, aprovechar la ocasión para cambiarlo todo a la vez.
Para que una cinta de manillar se mantenga en buen estado es esencial un correcto montaje, aplicando la tensión adecuada a cada cinta y distribuyendo las vueltas de forma regular, comenzando a encintar desde el extremo del manillar hacia el centro. Hay mecánicos que encintan desde el centro, algo que queda más estético pero hace que, si usamos cintas de materiales blandos, esta se acabe abriendo en las uniones.