Cuánto tiempo sacaría un ciclista profesional a un aficionado en carrera
Los ciclistas profesionales se mueven a otro nivel en comparación con el resto de los que salimos a la carretera, sin embargo, pocos somos conscientes de la diferencia real de rendimiento que hay entre nosotros y los portentos de la bicicleta. Potencia, peso, consumo de oxígeno, tiempos… todos son parámetros que determinan el rendimiento de unos y otros.
La diferencias entre un profesional y un cicloturista
Es muy curioso, cada vez que hay una etapa de esas llanas e insulsas en el Tour de Francia o cualquier otra carrera cómo aparecen, de forma recurrente, publicaciones en redes sociales comentando “pues hoy podríamos haber ido con ellos”.
Si algo tiene el ciclismo frente a otros deportes es que un ciclista aficionado puede acompañar, con un mínimo de forma, a los profesionales siempre y cuando, claro está, que estos no aprieten el ritmo hasta donde pueden. Entonces todo cambia y salen a la luz las auténticas diferencias.
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¿Gafas por dentro o por fuera?
Unas diferencias entre lo que somos capaces y lo que pueden hacer los profesionales es fácil de explicar con números, comenzando por el peso. Cualquier ciclista profesional, incluso los calificados como rodadores, clasicómanos o esprinters se mueven al límite de su peso, con unos niveles de grasa corporal que rondan entre el 6 y el 8%, lejos del más del 10% con que suelen contar la mayoría de los que salen a la carretera por ocio.
Esto de entrada les proporciona una clara ventaja ante la mínima inclinación de la carretera. Pero es que, además, son capaces de aplicar más potencia sobre los pedales prácticamente en cualquier situación, esto acrecienta aún más la diferencia al combinarlo con el peso del ciclista y, por supuesto, la capacidad de mantener una determinada potencia durante más tiempo.
Aquí la referencia es el umbral de lactato, que marca la intensidad que se puede mantener durante un tiempo suficientemente largo, si hablamos de potencia, se suele equiparar con el FTP o lo que es los mismo, los vatios máximos que podemos mantener durante una hora. Un cicloturista medio tiene un valor relativo de FTP que ronda entre los 3 y los 4 W/kg, una cifra que en el caso de los profesionales se mueve en torno a los 6 W/kg. Cualquiera que utilice de forma habitual un potenciómetro es capaz de asimilar lo que esto supone.
Sin embargo donde realmente marca la diferencia un profesional es en esfuerzos más cortos, en el rango de 5 minutos, cifra asociada al consumo máximo de oxígeno, el famoso VO2max que vendría a ser como la cilindrada del motor del ciclista en una analogía automovilística.
Mientras un ciclista aficionado es capaz de generar en ese rango potencias entre 4 y 5 W/kg, asociadas a un consumo de oxígeno que en poca gente supera los 60 ml/kg/min, cualquier ciclista profesional supera los 70 ml/kg/min lo que nos da idea de la capacidad innata de su motor ya que, aunque el VO2max se puede mejorar con el entrenamiento y un peso reducido, es un parámetro que viene fijado principalmente de forma genética. Esto les supone poder generar una potencia en el rango de 5 minutos que puede incluso superar los 7 W/Kg)
En el mundo real
¿Qué significan todos estos números a la hora de pedalear? Principalmente una cosa, que cuando un ciclista profesional aprieta de verdad no vamos a ser capaces de seguirlo por mucho empeño que le pongamos, ni siquiera en esas etapas llanas del Tour de Francia donde los archivos de Strava que publican algunos nos muestran cifras de potencia y de pulsaciones auténticamente de paseo que podrían ser asumibles por la mayoría. Sin embargo, lo que no vemos de esas etapas es que en cualquier repecho ellos se ponen a unas cifras de potencia que harían que cualquiera de nosotros nos cortáramos del grupo y ya no hablemos de la parte final de esas etapas, cuando los equipos de los velocistas se ponen a trabajar y la velocidad no baja de 60 km/h. Quien haya competido en categoría máster se puede hacer una lejana idea del nivel de esfuerzo que supone ir ahí.
Por suerte, hoy en día es fácil poder comparar esfuerzos gracias a los segmentos de Strava que nos permiten darnos cuenta de lo lejos que estamos de los ciclistas profesionales. Por citar algunos ejemplos, en el Tour de Francia 2022, Tom Pidcock venció en la cima de Alpe d’Huez tras ascender sus algo más de 11 kilómetros en 38 minutos y medio, a más de 18 km/h de velocidad media. Sin embargo ese día él no fue el más rápido. Sepp Kuss se hizo con el codiciado KOM al escalar en 35 minutos y 58 segundos, manteniendo durante este tiempo 373 W de media.
Para un ciclista aficionado, el objetivo en estos 11 kilómetros es lograr bajar de 1 hora, una barrera que marca la diferencia entre el tiempo empleado por la mayoría y lo que ya se considera una buena marca para este puerto.
Si nos vamos a La Vuelta, uno de los puertos de referencia, la subida a La Morcuera, piedra de toque para los ciclistas madrileños se subió en la penúltima etapa de 2022 en 22 minutos exactos, haciéndose Miguel Ángel López con el codiciado KOM. Apenas un segundo más empleó Thymen Arensman, este sí con datos de potencia, que nos indica que tuvo que mantener 394 W de media durante el ascenso. Cifras inalcanzables para el resto de los mortales.
De hecho, la marca de referencia en este puerto suelen ser los 30 minutos, una cifra sólo alcanzable para los mejores ciclistas de categoría máster. El grueso de los cicloturistas se tienen que conformar con ascenderlo entre 35 y 45 minutos, en una subida de apenas 9 kilómetros y con cifras de potencia que rara vez superan los 300 W.
Por suerte en el ciclismo intervienen otros factores como la ganancia aerodinámica que obtenemos al rodar a rueda y que nos permite emplear mucho menos esfuerzo en pedalear a la misma velocidad que quien va tirando. Esto hace posible que cicloturistas con buen estado de forma puedan compartir en muchas ocasiones entrenamientos con los profesionales en los días en que la tarea de estos es simplemente rodar y acumular kilómetros, una experiencia que nos permite observar de cerca la facilidad con la que ellos son capaces de pedalear a unos ritmos que a nosotros nos suponen ir con la respiración acelerada y rezando para que un repecho no nos haga perder la estela protectora.