Elige la presión perfecta para las ruedas de tu bicicleta de carretera
Llevar las cubiertas a la presión idónea es esencial para lograr el mejor equilibrio entre agarre, control y absorción cuando pedaleamos. Aprender a valorar los distintos factores que influyen en ella y elegir la más adecuada a cada situación nos aportará plena confianza en nuestra bici.
Tus cubiertas siempre a la presión ideal
Seguro que todos habéis escuchado esas recomendaciones dirigidas a los automovilistas antes de salir de vacaciones. Entre ellas, revisar la presión de los neumáticos se repite de forma recurrente. Un consejo que también podemos extender a las bicis, donde llevar la presión correcta cobra mucha mayor importancia dada la reducida cantidad de goma que nos une al asfalto.
En la mayoría de las ocasiones, no somos conscientes de cómo afecta la presión elegida en el comportamiento de la bicicleta. Llevar más o menos inflados nuestros neumáticos determina cuanta goma está en contacto con la carretera cuando rodamos recto, cómo se deforma la carcasa y se adapta la banda de rodadura al asfalto cuando inclinamos la bici o qué capacidad de absorber impactos tienen nuestras cubiertas.
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Atrás quedaron esos tiempos en los que los ciclistas ponían directamente 8 bar de presión en sus cubiertas, 10-11 bar en el caso de los tubulares, de forma automática sin plantearse si era lo idóneo para ellos.
En el punto justo
Llevar un exceso o un defecto de presión en nuestra bici tiene una importante influencia en el rendimiento de la misma. Tradicionalmente los ciclistas han pecado de utilizar una presión excesiva en la creencia de que así las ruedas rodaban mejor. En cierto modo podría tener su lógica ya que aumentar la presión hace que tengamos menos rozamiento con el asfalto.
Sin embargo, son multitud los estudios que demuestran de forma empírica que con menores presiones se logra una mejor resistencia a la rodadura. La razón hay que buscarla en la capacidad de tracción. Un exceso de presión hace que la cubierta vaya rebotando imperceptiblemente sobre el asfalto de forma que se desperdicia gran parte de la potencia que aplicamos sobre los pedales al no poder convertirla en tracción.
Aparte, esta menor superficie de contacto y la menor capacidad de deformación de la cubierta provocan que esta no se adapte de la mejor manera posible a la carretera a la hora de trazar curvas, teniendo menos capacidad de agarre y, por tanto, de inclinar la bici lo que influye directamente en la seguridad.
Ni que decir que una mayor presión disminuye la capacidad del neumático de absorber las irregularidades de la carretea.
En el extremo opuesto están quienes nunca revisan la presión de sus cubiertas y la llevan por debajo de lo que correspondería. En este caso, demasiada superficie de contacto supone un exceso de resistencia que tendremos que vencer a costa de un mayor esfuerzo físico.
En curvas, dependiendo de la capacidad de flexión de la carcasa de nuestro neumático, puede que este se deforme en exceso creando un molesto flaneo que incide directamente en la precisión a la hora de elegir y mantener la trazada.
Aunque llevando menos presión la capacidad de absorber impactos crece, si es demasiado baja puede que un impacto de un bache llegue a hacer que la llanta impacte en el asfalto. Además de poder dañar los flancos de la llanta, si llevamos cámaras esto se va a traducir, casi con total seguridad, en el típico pinchazo por mordisco, snake bite que le llaman los anglosajones, llantazo por estos lares, que produce una pérdida instantánea de todo el aire de la cámara, pudiendo resultar peligroso si rodamos a gran velocidad.
Con tubeless, al no llevar cámara, esto no se produce aunque podría darse el caso de que el talón de las cubiertas se desencaje de los flancos de la llanta provocando también la pérdida de aire. En el caso del tubular, resulta más complicado perforar la cámara al carecer la llanta de flancos, aún así no es descartable dañarla con el mismo resultado de pérdida de presión.
Qué tener en cuenta para elegir la presión ideal
A la hora de fijar la presión de nuestros neumáticos son varios los factores que entran en juego. El primer dato que tenemos que tener en cuenta son las recomendaciones del fabricante. Todas las cubiertas llevan una inscripción grabada en su flanco en la que se especifica la presión máxima que admite y, en muchos casos la recomendada y la presión mínima.
Esta presión suele venir expresada en bar, kg/cm², que son prácticamente equivalentes; o en PSI, libras por pulgada cuadrada. En cualquier caso no os tenéis que preocupar ya que la mayoría de manómetros de los hinchadores muestran estas escalas.
Dentro de ese rango genérico que da el fabricante, y que viene determinado por la rigidez de su carcasa, con mayor rigidez se podrá llevar menos presión, y el balón de la cubierta, a mayor balón la presión será más baja; el siguiente parámetro a tener en cuenta es el peso del ciclista.
Los ciclistas más pesados tendrán que utilizar mayor presión que aquellos más ligeros para evitar un exceso de deformación de la misma.
El tipo de neumático también influye en la presión que debemos llevar. Los tubulares, por su estructura cilíndrica y mayor capacidad de deformación se utilizan con presiones más altas. Detrás vendrían las cubiertas convencionales con cámara y, por último, las cubiertas tubeless, a las que podremos bajar más la presión al carecer de cámara que podamos pinchar en caso de llantazo.
Dentro del sistema tubeless, un caso especial es el de las llanta hookless que se fabrican sin ganchos en sus flancos para sujetar la cubierta. En este caso, la presión máxima es incluso inferior a las llantas convencionales para evitar que la cubierta se pueda salir de su alojamiento.
El último aspecto a tener en cuenta es el tipo de terreno por el que vamos a rodar y las condiciones del mismo. No es lo mismo rodar por una carretera recién asfaltada en la que apenas vamos a requerir absorción que hacerlo por una carretera botosa con asfalto parcheado, no digamos ya si vamos a enfrentarnos al temido adoquín donde elegir la presión correcta se convierte en toda una ciencia.
También es importante tener en cuenta las condiciones meteorológicas. En verano, con el calor que expande el aire, podremos bajar unas décimas la presión. También la disminuiremos un poco si el día se presenta lluvioso para lograr un poco más de agarre al tener algo más de goma en contacto con el suelo.
Elegir la presión idónea
Con todos estos parámetros en la cabeza os seguiréis preguntado cuál es la presión más adecuada para vosotros. Partir de cero puede resultar muy complicado, en estos casos, la experiencia suele ser una buena consejera para establecer el punto de partida con unas cubiertas determinadas.
Por suerte, muchas marcas han venido al rescate con aplicaciones, ya sea en su página web o con app específicas para el móvil en las que introduciendo nuestro peso, medida de cubierta y en algunos casos, parámetros extras como la anchura de llanta nos devuelve un valor de presión recomendado.
Partiendo de este valor, ya es cuestión de ensayo y error afinar la presión idónea hasta encontrar el mejor equilibrio entre agarre, absorción y resistencia a la rodadura. Un proceso de experimentación que llega a su máxima expresión en el caso de los ciclistas profesionales que se enfrentan a los adoquines de la París-Roubaix.
Nos contaba el ciclista de Movistar Team, Iván García Cortina que en sus reconocimientos de los tramos de pavés llevaba un pequeño manómetro en el bolsillo del maillot para ir probando diferentes configuraciones sobre la marcha, poniendo o quitando presión. Incluso, existen en el mercado pequeños sensores de presión que se instalan en las válvulas y nos permiten consultar este dato en nuestro móvil.
Lo que sí es seguro es que, una vez que encontráis es punto ideal la bici parece rodar mejor y, sobre todo, logramos mucha mayor confianza en el agarre de nuestras gomas en las bajadas. Realmente, merece la pena dedicar un tiempo a buscar este valor cuando cambiamos las cubiertas por unas nuevas de las que desconocemos sus características exactas.