La exhibición de Vingegaard levanta unas insostenibles sospechas de dopaje
Contrarreloj hace unos días en la etapa 16 del Tour de Francia, Jonas Vingegaard arrasaba marcando unas estratosféricas diferencias que no se veían desde los tiempos en que estas etapas tenían el doble de longitud. No contento, al día aún tenía fuerzas para seguir incrementando la diferencia sobre su rival. Un rendimiento que, cómo siempre planea en el ciclismo en estos casos, ha hecho que muchos busquen la explicación en el dopaje.
¿Es natural el tremendo rendimiento mostrado por Jonas Vingegaard en el Tour?
Por muchos años que pasen, por muchos nuevos controles y seguimientos que se instalen, pese a que haga años que no se producen casos de relumbrón, el ciclismo jamás podrá quitarse el sambenito del dopaje, una lacra que durante demasiados años acompañó a este deporte, llegando a su colofón en la infáme década del 2000 y a la que, sin embargo, UCI y Agencia Mundial Antidopaje supieron poner coto.
Sin embargo, ante la tremenda crono que nos regaló Jonas Vingegaard hace unos días, estableciendo unas diferencias de tiempo por kilómetro que no se veían ya no desde tiempos de Indurain, sino desde la época de monsieur crono Jacques Anquetil, durante los últimos días el doping ha aparecido en el debate como origen de esta proeza.
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De poco sirve explicar que en los dos últimos días Jonas Vingegaard ha pasado 4 controles, dos extra, a los diarios que viene pasando tras cada etapa como líder del Tour de Francia. De hecho, el propio Vingegaard explicaba “entiendo el escepticismo de la gente pero creo que todo es diferente a hace 20 años y puedo decir de corazón que no tomo nada que no pudiera dar a mi hija, y a ella no le daría drogas”.
El propio director del Tour de Francia Christian Prudhome asume con resignación que tiene que convivir con que aparezca el fantasma del dopaje cada vez que un ciclista realiza este tipo de exhibiciones. En todo caso apunta que “los controles los lleva a cabo una agencia independiente, la ITA que se dedica en exclusiva a ello no sólo en ciclismo sino en otros cincuenta deportes”. También señala los mayores números de controles sanguineos sentenciando que para él no tienen sentido las acusaciones vertidas.
También muchos han sido los que han sacado punta a las declaraciones realizadas por Wout van Aert tras la crono donde sentenciaba que había sido “el mejor de la gente normal” en un tuit que, curiosamente, recibía la respuesta de uno de sus rivales en ciclocross, Eli Iserbyt señalando “Ahora sabe cómo nos sentimos”.
Sin embargo ni Pogacar ni su equipo UAE Teaam Emirates han entrado al trapo de una polémica que dicen no entender. “Me hacen esta pregunta todos los años durante el Tour y no veo diferencias con los últimos años. Vamos rápido, full gas todo el día. Entiendo que la gente se lo cuestiones por lo que ocurrió en el pasado” comentaba el líder del equipo emiratí.
Por supuesto, todos aluden a las mejoras en el material y en las metodologías de entrenamiento y nutrición para explicar por qué los rendimientos actuales incluso superan los de la época negra de los años 90 y 2000 cuando el ciclismo se vio sacudido por los escándalos Festina y Operación Puerto que dejaban entrever un uso masivo de EPO y transfusiones de sangre para mejorar el rendimiento.
Desde Jumbo-Visma también hacen frente a estas acusaciones apoyando su defensa en la trasparencia que muestran con los diversos documentales y publicaciones que hacen en su página web explicando sus metodologías, o detallando en cada momento dónde se encuentran entrenando sus estrellas. Una línea similar a la seguida en su momento por el Sky de Chris Froome al que, al igual que ahora ocurre con el danés, persiguió la sombra del dopaje toda su carrera, explotando con el caso del salbutamol en La Vuelta a España de 2017, el conocido ventolín que usan casi todos los asmáticos y que el británico empleó en dosis bastante mayores de las autorizadas.
En todo caso, lo que es innegable es que el ciclismo de hoy en día es un deporte mucho más controlado que el de hace 20 años. No ya por el aumento de controles, tanto de orina como sanguíneos indistintamente dentro o fuera de competición, para lo cual los ciclistas han de estar constantemente localizables, sino por medidas como la implantación del pasaporte biológico que establece un perfil de los parámetros fisiológicos del ciclista que son analizados mediante diversos algoritmos para que, cualquier cambio, ponga en alerta a las autoridades antidopaje que inicial la caza hasta que, tarde o temprano, cae el tramposo.