¿Qué pasa si superas tu frecuencia cardíaca máxima? Riesgos de ponerte al límite
Pese a que los potenciómetros se han impuesto como herramienta para cuantificar el esfuerzo, la frecuencia cardíaca sigue siendo una herramienta que nos proporciona datos muy útiles para conocer la respuesta del organismo al esfuerzo y evitar ponernos a límite alcanzando la frecuencia cardíaca máxima lo que nos podría llevar a afrontar riesgos para nuestra salud.
La frecuencia cardíaca máxima, cuando tu corazón llega a la zona roja
Tradicionalmente se ha utilizado la respuesta del corazón para cuantificar la intensidad del pedaleo. Una intensidad que tiene un límite, el que fija la frecuencia cardíaca máxima, es decir, el ritmo más alto al que puede latir el corazón. Como su nombre indica, en condiciones normales esta cifra no se puede superar por más que aumentemos el esfuerzo.
La frecuencia cardíaca máxima es un factor que va disminuyendo con la edad, en menor medida en personas bien entrenadas y, en principio, no supone ninguna diferencia en lo que a rendimiento respecta entre alguien que alcance unas pulsaciones máximas muy elevadas y alguien que llegue a menos. Simplemente marca la línea roja del ritmo máximo al que puede contraerse el corazón.
RECOMENDADO
Todo sobre la Zona 2: la forja del ciclismo
Qué son las zonas de entrenamiento por pulsaciones y cómo calcularlas
Qué es la variabilidad cardíaca y cómo te ayudará monitorizarla
Configura tus manetas al milímetro con esta guía
¿Caducan los cascos de ciclismo?
Qué podemos hacer para intentar mejorar nuestra velocidad en subidas
Para cuantificar esta cifra a menudo se utiliza la fórmula 220-edad que nos devuelve nuestras máximas pulsaciones teóricas. Sin embargo, esta cifra se desarrolló teniendo en cuenta a población sedentaria por lo que en deportistas suele tener mucha variabilidad de unos a otros individuos. La única forma de conocerla con plena seguridad es realizando una prueba de esfuerzo incremental máxima.
En todo caso, alcanzar las pulsaciones máximas no suele ser habitual, y sólo se suele conseguir cuando realizamos un esfuerzo intenso estando fuera de forma, por ejemplo, los típicos piques a principio de temporada donde la adaptación cardiovascular aún es pobre y las pulsaciones se disparan a la mínima. Una vez que transcurre el periodo de base y mejoramos nuestra forma, el organismo necesita que el corazón lata menos deprisa para proporcionar los nutrientes requeridos por los músculos y ni siquiera en competición, salvo quizás un sprint en subida al límite, se suelen ver las pulsaciones máximas.
Sin embargo, sí es posible superar las pulsaciones máximas pese a lo que indica su nombre. Un claro ejemplo lo tenemos en el ciclista Ondrej Cink que hace unos años en la prueba de Copa del Mundo disputada en Vallnord se vio obligado a parar cuando comenzó a ver picos de 230 pulsaciones en su ciclocomputador. Unos picos producidos por una arritmia cardíaca de la que Cink fue operado aunque sin el resultado buscado.
Precisamente, aquí es donde entra la cuestión del riesgo que puede suponer exprimir el cuerpo al máximo, sobre todo, si no tenemos la preparación adecuada. El que el corazón lata al máximo de su régimen no debería suponer ningún problema en individuos sanos, sin embargo, existen patologías cardíacas que sólo se manifiestan cuando el corazón se acerca a su frecuencia cardíaca máxima como pueden ser las mencionadas arritmias.
Es por ello que todo deportista que vaya a realizar actividad de alta intensidad, especialmente a partir de los 35 años o aquellos que tengan antecedentes familiares de problemas cardíacos o ellos mismos cuente con parámetros de riesgo como pueden ser la hipertensión, colesterol alto, sobrepeso, fumadores, etc. pasen antes de arrancar con su entrenamiento una prueba de esfuerzo en la que se comprueba, en condiciones controladas de laboratorio, la respuesta del organismo cuando se acerca al límite.
De esta forma, nos garantizamos en un alto porcentaje, nunca al 100% ya que existen patologías que ni siquiera se manifiestan con este tipo de pruebas, que podemos exprimirnos al máximo sin miedo a sufrir un problema de corazón que, si nos ocurriera en medio del monte rodando en solitario podría suponer un grave riesgo.