Van der Poel lo apartó de un empujón, pero su historia es digna de conocer: de vivir en la calle a la élite del ciclocross
Por mucho que sigas religiosamente la temporada de CX, es muy probable que el nombre de Felipe Nystrom no te dijerá nada hasta ayer. Este costarricense suele ocupar los puestos de cola en la Copa del Mundo y ayer ocupó gran parte del espacio en medios por estar justo en medio cuando Mathieu van der Poel lo iba a doblar.
Encore seul au monde à Gavere, Mathieu van der Poel a dû éviter un concurrent... qui était en train de prendre une photo avec le public. Le retardataire a été doublé dès le 3e tour. #CXWorldCuppic.twitter.com/5uVGeBNF5l
— Le Gruppetto (@LeGruppetto) December 26, 2023
Pero los resultados no son relevantes en la historia de Felipe Nystrom, que en una década ha pasado de vivir en la calle a la élite del ciclocross. Lo fundamental en ella es entender la fuerza que tiene la bicicleta (y el deporte en general) para transformar vidas... e incluso para salvarlas.
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Cómo Felipe Nystrom conoció el ciclismo
La tragedia de este hombre se inicia desde muy pronto. Según ha contado en numerosas entrevistas, una infancia llena de abusos físicos y sexuales le empujaron al alcoholismo y las drogas. A sus 27 años, y con un hijo de 3, vivía como sintecho en San José, la capital de Costa Rica, y arrastraba una profunda depresión. Sin ver salida por ningún lado, ese año 2012 intentó quitarse la vida por séptima vez.
Hoy, Nystrom recuerda que en aquel justo momento, cuando se sintió tocar fondo, firmó "un pacto" consigo mismo, que ya había realizado antes, pero que nunca había tenido la fuerza de culminar: si al día siguiente seguía en este mundo, intentaría hacer algo con su vida. Lo que fuera, siempre que saliera de ese pozo. Cuando se despertó, después de que los médicos le revivieran, se fue directo a una clínica de desintoxicación, donde pasó los siguientes 6 meses.
Allí, se enamoró de una mujer de Portland, en la costa oeste de Estados Unidos, y al salir, se fue a vivir con ella a Oregón. La cosa no funcionó, pero a Felipe le venía bien aquella nueva vida para alejarse de sus demonios, así que allí se quedó. Consiguió varios trabajos (hasta 7 distintos a la vez llegó a tener) pero, a los 2 años, se dio cuenta de que se encontraba muy solo: no tenía amigos, y solo sabía hacerlos en el bar. Decidido a no recaer, pensó que el deporte sería una buena manera de conocer a gente, y se apuntó a un par de triatlones para principiantes, con una bici y un mono alquilados. Y, para su sorpresa, los ganó los dos. Era 2014.
Pensando que a lo mejor aquello era lo suyo, entró en un club de triatlón y allí hizo un amigo puertorriqueño, pero ni la natación ni el running le llenaban realmente. Así que pidió un crédito de 5.000 dólares para comprarse una bicicleta decente y se apuntó con su amigo a una prueba de carretera para aficionados. Venció allí también. Eso sí, ante unos chavales de 14 años. Y ya empezó a competir constantemente: disputó 110 carreras en su primer año.
El sueño mundialista hecho realidad de Felipe Nystrom
Este ciclista en ciernes fue mejorando poco a poco sus prestaciones en carretera y, en 2019, viajó a su país para participar en el Campeonato Nacional simplemente por darse el gusto, sin ninguna ambición. Sin equipo, porque su club estaba en Portland, y sin asistencia en carrera, acabó ganando el oro (desde luego, Andrey Amador no participó en aquella edición, quede claro). Arriba tienes la foto del podio. Poco después, se enteró de que el Mundial CX 2022 se disputaría en Estados Unidos. Y ahí nació su sueño: tenía dos años para dar el salto a esta disciplina y entrar en la lista de participantes.
Algo bastante complicado cuando uno no es profesional. Porque Felipe se gana la vida como intérprete inglés-español en un hospital, y se paga todo: desde las bicicletas y los recambios hasta los viajes (por cierto, por si eso fuera poco, también está estudiando un máster). Gracias a su victoria en el Nacional de 2019, consiguió hablar con el presidente de la Federación de Ciclismo Costarricense y ambos llegaron a un acuerdo: el país centroamericano le inscribiría en las pruebas de la Copa del Mundo CX, siempre que él se hiciera cargo de las facturas.
Y, dicho y hecho, con su maillot de Costa Rica comprado con su propio dinero, se presentó en la línea de salida de las primeras pruebas, que se disputaban en tierras estadounidenses: Waterloo, Fayetteville y Iowa. Solo entonces se enteró de que era el primer costarricense en la historia de la Copa del Mundo CX (este país tiene algo más de historia en el MTB, pues organiza una de las carreras más duras del mundo, la Ruta de los Conquistadores), y el único latinoamericano actualmente en una competición que es bastante eurocéntrica.
El último giro de esta increíble historia (que parece el reflejo al contrario de la de Missy Giove) llega cuando un amigo suyo creó una página para ayudarle en la red de micromecenazgo Gofundme, con la que recaudó 3.500 dólares. Gracias a ellos, Felipe pudo volar a Bélgica y Holanda durante una semana en 2021 para disputar las pruebas de Rucphen, Namur y Dendermonde, y así preparar su gran objetivo: el Mundial élite de Fayetteville.
Allí, desde luego, no ganó. El que lo hizo fue un chaval predestinado para esto llamado Tom Pidcock. Él entró en meta más de 6 minutos después del británico. Pero, eso sí, habiéndose ganado el cariño del público, que gritaba "¡Costa Rica, Costa Rica!", viendo pasar (y sufrir) al último corredor. Aunque claro, con una historia de vida tan apasionante, desgraciada e inspiradora como esta, para él sufrir es otra cosa.