Lo que antes valía para un top 5 en el Tour ahora solo da para un top 20
El rendimiento en el ciclismo profesional se viene incrementando año tras año y quién pierde ese ritmo de evolución lo ve reflejado en sus resultados en carrera. Cada vez las velocidades medias son mayores, los puertos se suben a más vatios y cada ganancia marginal se araña hasta el límite. Una realidad que puede llegar a provocar sentimientos encontrados en muchos ciclistas que ven como, lo que antes les servía para ganar ahora sólo les llega para formar parte de la clase media del pelotón.
El aumento del nivel medio del pelotón fuerza la jubilación de algunos clásicos del pelotón
El recientemente finalizado Tour de Francia 2024 ha sido la última carrera para algunos de los referentes de la pasada década. Ciclistas como Mark Cavendish o Romain Bardet que ven como la dictadura de los años y el progresivo aumento del nivel medio del pelotón los ha ido apartando de la lucha por la victoria. Pese a todo, tirando de la clase que atesoran siempre han logrado seguir regalándonos espectáculo y es que, tanto el francés como el británico han tenido una despedida soñada del Tour de Francia logrando ambos sumar una de las cotizadísimas etapas.
Durante el Tour de Francia, Romain Bardet se sinceraba y admitía que había entrenado duro para estar en sus mejores números de vatios, unas cifras con la que hace tan sólo unos años era uno de los mejores ciclistas del mundo ahora le sirven para estar en el top 20 en las carreras.
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De similar forma se expresaba no un veterano, sino un ciclista en plenitud como es Mathieu van der Poel quien, pese a acudir al Tour de Francia como preparación para los Juegos Olímpicos de París, ya contaba con una forma física que, a un ciclista megacompetitivo como él le debían de haber servido para haberse llevado alguna victoria. Pero, a lo largo de la primera semana, ni siquiera se le vio aparecer. Lo vimos en alguna fuga y ya, en la semana final, sí que realizó un portentoso lanzamiento para la que sería la tercera victoria al sprint de Jasper Philipsen. Con cierta frustración, confesaba que estaba moviendo unos números de vatios similares a los de la primavera pero que en esta edición del Tour se estaba yendo superrápido y no le daban para más de lo que estaba mostrando.
No son pocas las voces que, recordando las infaustas décadas de los 90 y 2000 comienzan a pensar que este brutal incremento de velocidades medias y récords de ascensiones que saltan por los aires se pueda estar debiendo a la presencia en el pelotón de alguna sustancia dopante aún indetectable que pueda estar detrás del rendimiento como en aquellos años ocurrió con la EPO o las transfusiones sanguíneas.
Sin embargo, pocas de esas voces tienen en cuenta que han transcurrido más de 20 años desde aquella época. Tanto técnicas de entrenamientos, como nutrición, las prestaciones de las bicicletas incluso la profesionalización de los equipos que miman al ciclista hasta el extremo y en el que se cuidan al milímetro cada una de las famosas ganancias marginales han sido determinantes para que cada vez se ruede más rápido en el pelotón.
Luego está la irrupción de fueras de serie como Pogacar, Evenepoel, Vingegaard, Van der Poel o Van Aert que han sido disrruptivos a la hora de elevar el nivel, provocando un efecto de arrastre en el que la clase media del pelotón no ha tenido otra opción que mejorar para no verse relegados a meras comparsas.