Descubre el sorprendente desenlace de la Milán-San Remo más espectacular
Todo discurría por los cauces previstos en la Milán-San Remo 2017. El Poggio, la última dificultad -un repecho de apenas tres kilómetros- antes de que un numeroso grupo plagado de velocistas desembarcase en las calles de San Remo, iba a volver a ser, un año más, una mera anécdota. Pero a los genios les diferencia del resto, entre otras cosas, lo imprevisible de sus movimientos. Y si en ese pelotón a alguien se le podía llamar así nació en Eslovaquia, de nombre Peter y de apellido Sagan. No fue, sin embargo, el ganador de la tarde: ese honor correspondió a Michal Kwiatkowski.
[embed]https://www.youtube.com/watch?v=c5aIwzwlWhg[/embed]Desarrollo de la Milán-San Remo
Peter Sagan dejó estupefactos a todos arrancando como un toro en el último kilómetro del Poggio. Tal fue la dureza de su arrancada que solo dos ciclistas pudieron soldarse a su rueda: el polaco Michal Kwiatkowski y el francés Julien Alaphilippe. Compañía de muchos quilates, dos ciclistas con una apreciable punta de velocidad pero que solo soñaban con levantar su primer monumento en una circunstancia como esa. Y es que, al contrario de Sagan, capaz de pelear cuerpo a cuerpo con cualquier sprinter del pelotón, los dos compañeros de Sagan en ningún caso habrían podido combatir con los Kristoff, Bouhanni, Gaviria y compañía en la recta de meta.
Coronaron el repecho y se lanzaron al descenso. La distancia, unos 15 segundos sobre el grupo principal, que se organizaba para dar caza a los fugados. En el grupo cabecero, el eslovaco llevaba el peso dela fuga con relevos largos, constantes y que no guardaban nada en el depósito. Fue por eso, es justo decirlo, que pudieron disputarse la victoria. Como también lo es asegurar que la actitud de Alaphilippe y Kwiatkowski está sobradamente justificada: jugarse la victoria con Sagan en igualdad de fuerzas habría sido como acudir voluntariamente al matadero.
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Con ese desarrollo se llegó a los metros finales, en los que Sagan cometió el único pero decisivo error de su brillante jornada. Ansioso por alzar los brazos, por hacerse con su segundo monumento y su primera Classicissima, Sagan arrancó antes de tiempo. En un primer momento, al sacar de rueda a sus dos rivales, parecía que se impondría con comodidad, pero Michal Kwiatkowski, todo un campeón del mundo, supo sufrir, recuperar terreno y superar al del Bora-Hansgrohe en un final tan agónico como infartante.
Peter Sagan, gloria en la derrota
Sagan pecó de exceso de confianza. Imposible reprochárselo cuando, día tras día, demuestra una fuerza sobrecogedora sobre la bicicleta. A día de hoy, incomparable a la de sus rivales. Michal Kwiatkowski le derrotó en buena lid, aprovechando su talento, la excelente lectura de carrera de la que ha hecho gala más de una vez y que su compañero generacional -ambos forman parte de la excelente añada de 1990-, fue generoso y casi inconsciente en el más largo de los 5 monumentos. Y es que hasta Peter Sagan dice basta tras 292 kilómetros de esfuerzo.
Kwiatkowski logra así su segunda gran victoria de la temporada, tras la que logró en la Strade Bianche. El Mundial de Ponferrada, la Amstel Gold Race o el E3 Harelbeke confirman la excepcional versatilidad de uno de los mejores clasicómanos del pelotón, capaz de vencer en las Ardenas, sobre el pavé o en un coto de los velocistas como San Remo.
Pero muchos recordaremos, al rememorar la Milán-San Remo 2017, a un joven melenudo, valiente, talentoso y corajudo que nos hace disfrutar del ciclismo cada vez que surca las carreteras. Un representante, como Héctor en la Iliada, de lo que es la gloria en la derrota.