La maldición ciclista del vatio/kilo

Nutrición 03/01/25 10:00 Sergio P.

Desde prácticamente los albores del ciclismo profesional de competición el ciclista ha tenido una severa obsesión con el peso que se acrecentó con la llegada de los medidores de potencia ya que estos delataron con datos que la forma más fácil de mejorar el rendimiento era perder peso ante la dificultad de producir más vatios. Y como todas obsesiones ha conllevado problemas de alimentación en varias generaciones de ciclistas. Algo que, por suerte, parece estar cambiando.

La nutrición y la necesidad de energía frenan la obsesión por el peso en el pelotón

A menudo muchos se llevan las manos a la cabeza con los rendimientos que vemos en el ciclismo actual. Un ciclismo en el que poco a poco va perdiéndose a ser ofensivos como ocurría en otros tiempos que suelen añorar los más viejos del lugar. Sin embargo, tampoco faltan quienes achacan esos rendimientos, sobre todos aquellos que vivieron el ciclismo de los años 90 y 2000, al dopaje sin pararse a pensar un minuto lo mucho que ha evolucionado la ciencia del deporte en estas décadas.

Y de todos estos aspectos que han cambiado sin duda, uno de los que más lo ha hecho es el de la nutrición bajo la máxima de que el organismo sin energía no es capaz de rendir. Y es que, durante décadas, incluso aún hoy en día, la obsesión por el peso por parte del ciclista y de los técnicos de los equipos ha marcado la carrera de muchos deportistas que, incluso, han acabado cayendo en desórdenes alimentarios y problemas nutricionales que han acabado dando al traste con una carrera prometedora.

Casi desde que el ciclismo de competición existe, las subidas ha sido el terreno donde se han marcado las diferencias. Un terreno donde contar con la mejor relación entre la potencia que es capaz de aportar el ciclista a los pedales y el peso que tiene que mover para superar el desnivel se convierte en un factor decisivo. Sobre todo desde el momento en que todos los ciclistas entrenan a gran nivel y el margen para mejorar la potencia que se es capaz se mover es muy pequeño. Por tanto, lo más fácil siempre ha sido mejorar la otra parte de la ecuación, es decir, pesar menos para que cada vatio cunda más.

Sin embargo, en esta búsqueda del menor peso, tradicionalmente no se ha tenido en cuenta que el organismo necesita energía para poder generar potencia y es ahí precisamente donde cojeaba la teoría. Tradicionalmente hemos escuchado de propia boca de los ciclistas auténticas historias de terror como salir a hacer un entrenamiento de 7 horas por terreno montañoso con una tostada y un café como único alimento, comer a pequeños mordisquitos una tortita de maíz para calmar la ansiedad y el hambre en las noches de una concentración invernal en medio de alguna montaña perdida; o que el menú se redujese invariablemente a arroz, pasta, pollo sin ningún tipo de aditamento.

Hoy en día la tipología del ciclista continúa siendo la misma: individuos totalmente estilizados, con apenas grasa residual en sus tejidos, incluso en el caso de los clasicómanos entre los que es más importante la potencia que el peso. Sin embargo, el aspecto de los ciclistas actuales es, por lo general, bastante más saludable que en otros tiempos, algo en lo que ha tenido que ver el control preciso de la nutrición que los equipos han ido incorporando y que se ha convertido en la piedra angular del rendimiento ciclista, al mismo nivel que los entrenamientos con los que van inexorablemente de la mano.

Hoy en día los equipos tienen plena conciencia de que el problema no es que sus ciclistas coman de más sino todo lo contrario, que no coman lo suficiente y sean capaces de cumplir con los entrenamientos pautados y recuperar de forma adecuada para la siguiente sesión de entrenamientos o competición. Es por ello que la figura del equipo de nutricionistas que pauta la alimentación de cada corredor de la plantilla en estrecha colaboración con los entrenadores para adecuar la comida de cada día a las necesidades calóricas de cada jornada se ha convertido en algo clave a la hora de exprimir el máximo rendimiento de cada corredor.

Una tarea que no ha sido fácil para los equipos ya que la mayoría, en su camino hacia el profesionalismo han bebido de esa obsesión tradicional por tener el mínimo peso a toda costa sin pararse a pensar si con un kilo más a lo mejor serían capaces de entrenar mucho mejor y, por tanto, rendir más.

En la evolución de la nutrición ciclista también han jugado un papel importante los cocineros que han hecho ver que comer de forma equilibrada, aportando los nutrientes y calorías necesarios no tiene que significar comer de forma espartana. De esta forma, la pasta blanca sin ningún tipo de salsa ha quedado en el olvido durante las carreras donde los cocineros de los equipos elaboran menús dignos de restaurante de renombre. Aparte, de cara al día a día del ciclista, se lleva a cabo una tarea de educación nutricional que incluye el uso de aplicaciones que pautan el menú al ciclista de forma que se mantengan los buenos hábitos alimenticios.

Algo que ha dejado prácticamente en el olvido esa creencia de que ser ciclista significaba pasar hambre y miseria además de la imagen de esos ciclistas que engordaban de forma ostensible durante los meses entre el final de una temporada y el inicio de la siguiente. Hoy en día, el ciclista no tiene necesidad de cambiar unos hábitos nutricionales que son sostenibles y que le permiten disfrutar casi de cualquier comida siempre en su justa medida para ingerir lo necesario en función de lo que se va a gastar. Ni más ni menos.

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