Pedales automáticos: historia, beneficios y consejos
Desde que llegaron al circuito ya nada fue igual. Los pedales automáticos supusieron un salto enorme. De repente, el pie transmitía toda la potencia de la pierna a partir de un clip, de unas calas que eran agarre total. Pero incluso mejoró, porque sacar el pie se hizo intuitivo, natural. Hoy repasamos todas las cuestiones sobre los pedales automáticos.
Por qué los pedales automáticos aportan sólo cosas buenas
Obviamente, ya de partida la idea de que con un clip las calas de las zapatillas de ciclismo queden adheridas al pedal, supone dar por hecho que ninguna circunstancia hará que dicho pie pierda contacto con el pedal y por tanto tracción. No perder tracción significa transmitir la máxima potencia posible. Vamos, la potencia que den nuestras piernas.
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Pero los pedales automáticos tienen muchísimos más aspectos positivos. El primero y principal es el reparto de la presión. ¿Creíais que era casualidad eso de que los ciclistas busquen suelas lo más rígidas posible para fijarlas a sus pedales automáticos? Pues no. Esto se debe a una situación parecida a la del sillín: los huesecillos de la primera falange del dedo pulgar del pie (el dedo gordo) solían ser el punto de apoyo y presión. Sin embargo, las suelas rígidas transfirieron toda esta presión a mayor área del pie. Pero el problema era fijar esa suela rígida a los pedales, y así nacieron los pedales automáticos y las calas.
Así, esta región, los huesos sesamoideos, ya no se comprimen solos, sino que son acompañados por todo el pie en cada pedalada. Resumen: menos dolor con pedales automáticos de bicicleta.
Y aún hay más: los pedales automáticos permiten desenganchar una pierna en un tramo llano y entrenar con la otra solamente. Si haces esto durante unos minutos, descubrirás tu tipo de pedalada, dónde imprimes potencia y dónde no, y cómo mejorarla. Luego busca un pequeño repecho, pon el desarrollo más ligero, y pedalea a tope con ambos pedales automáticos insertados: de este modo, con ejercicios de este tipo de cadencia máxima, puedes mejorar tu pedalada concentrándote en no mover el cuerpo para ello.
Cuándo aparecieron los pedales automáticos y cómo funcionan
Corría 1972 cuando Look se planteó la mejora de los pedales. Hasta entonces, todo lo que el ciclista tenía aún sin la existencia de pedales automáticos, eran pedales de plataforma y, como máximo, los famosos calapies, o cestas en las que se insertaba la punta del pie, y que al menos servían para que no se escurriera hacia delante, hacia los lados o hacia arriba.
Look no hizo sino copiar lo que se hacía ya en deportes de bota fija, como el esquí, y eliminó estos clips o complementos de los pedales tradicionales. De aquello ha pasado mucho tiempo, y hoy Look ya no tiene esa exclusiva, sino que existe su encaje, el SPD, el Speedplay o el Egg Beaters, muchos de los cuales se han impuesto en disciplinas distintas. La propia Look ya ha sacado su modelo EXAKT, con hasta medidor de potencia. Menuda evolución.
Damos por hecho que todos nuestros lectores saben qué es y cómo funciona los pedales automáticos. Pero, por si el caso, lo resumimos: una cala penetra con su forma geométrica en un pedal cuyas pestañas se abren para abrazarla y se cierran para fijarla. Esto forma una única pieza que hace que en cualquier momento del círculo de pedalada se esté transfiriendo potencia al eje de pedalier, a la bicicleta. Y la mayor preocupación, cómo fijar esto sin que se suelte, y luego soltar los pedales automáticos de forma intuitiva, es más fácil de lo que parece: basta con un leve giro de tobillo.
Y también solemos dar por hecho que todo el mundo sabe cómo enganchar los pedales automáticos a las calas. Si no es así, también es sencillo: en primer lugar, no mires el pie. Es sencillo, es de lógica, pero no lo parece: aunque mires tu pie, jamás verás los pedales automáticos ni las calas de tus zapatillas de ciclismo, sino sólo el empeine, así que ¿por qué miras? Ya, es intuitivo, pero deja de hacerlo y básate en las sensaciones.
Apoya la parte delantera de la cala sobre el pedal. Esta es la clave. Una vez aprendas a localizar esta posición, lo demás viene corrido: hincas esa parte delantera en el pedal mientras bajas el talón, y escucharás el clip que indica que ya has incrustado la cala en los pedales automáticos de bicicleta. Para sacar la cala, solamente gira el pie en cualquier dirección con un golpe de talón, como si espolearas a un caballo, y las calas saltarán de su posición fija. Entrena esto en llano, y verás como muy pronto te haces a ellos.