Qué hacer cuando llegas a casa con pies y manos completamente helados
España ha alcanzado esta semana temperaturas mínimas históricas. Una ola de frío azota el país y muchos ciclistas lo entienden como un reto añadido. Salen a pedalear a temperaturas bajo cero y regresan a casa medio helados. ¿Qué hacer?
Protegerse las extremidades del frío
Las extremidades son sin duda las partes del cuerpo humano que más sufren el frío en ciclismo. El tronco y la cabeza mantienen el calor, que se genera en partes cercanas, pero el riego es más complicado a estas extremidades y, además, están mucho más expuestas que otras partes del tronco, más protegidas.
Por esta razón, a menudo salir en bici es un suplicio para manos y pies. Si a eso le añadimos que una ola de frío histórica está haciendo bajar los termómetros a mínimos jamás vistos, el riesgo de regresar con los pies y las manos literalmente helados, es alto. De hecho, lo más aconsejable es no llegar a este punto, usando protectores para pies y guantes de invierno.
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Pero si la cosa se ha pasado de la raya, si notas que la congelación no es sólo superficial, sino que incluso provoca dolor y que tu cuerpo no acaba de recomponer su temperatura corporal, aquí tienes los consejos a seguir.
Cómo protegerte del frío, y cómo actuar si ya es tarde
El dolor que provoca el frío es muy identificable, muy diferente al resto. Se mete dentro, es interno, y no se soluciona masajeando o movilizando la zona. Este dolor se debe a dos factores: tus venas y arterias están vasoconstreñidas, y las vas a vasodilatar muy rápido cuando calientes la mano; y además, muchos metabolitos no han podido eliminarse en estas áreas debido al frío.
Es dolor, no tiene mayor peligro de momento, aunque alcanzado un punto (lejano aún a la congelación o a un principio de congelación) también puede ocasionar daños nerviosos o a los vasos sanguíneos. Se conocen como lesiones por frío no congelante. Así que ante el primer entumecimiento, alerta.
La mejor forma de actuar no es parándose. Ese es el primer consejo. Es peor el proceso de congelación, descongelación y nueva congelación, que proseguir en tu ruta para llegar a tu refugio lo antes posible y entonces actuar. Así que lo primero: no pares a calentar las manos si crees que es factible llegar pronto a casa.
Lo más importante sería haber evitado esas manos y pies fríos. Para ello, hay una triple combinación que nunca debes olvidar: aislar, aclimatar y calentar.
Primero, aisla tus extremidades. Frío a menudo es sinónimo de humedad, y ese sí que es el peor compañero del frío. Porque la humedad hace que tu cuerpo necesite evaporarla, empleando todo su calor y enfriándose. Un frío seco se resuelve fácilmente; un frío con las extremidades húmedas no tiene solución en una ruta en bici.
Aclimata tu cuerpo al frío. Es decir, si es un frío circunstancial, puedes evitarlo esos días y punto. Pero si vives en una región fría, si crees que vas a tener que acostumbrarte a él para salir en bici, aclimata tu cuerpo. Todos los atletas lo hacen. Se trata de ir haciendo ejercicio en exterior poco a poco, aumentando en tiempo, para que el frío acabe siendo algo conocido por tu cuerpo.
Por último, ahora sí, calienta. No al revés, si calientas primero pero no salvas los otros dos escollos, te irá peor. Juega con las capas, permitiendo la transpiración, y utiliza ropa térmica en caso de ser necesario.
Si ya es tarde, si ya estás medio congelado en bici, el siguiente paso es el más sencillo, pero el más importante. Retira la ropa de las extremidades (sobre todo si está mojada) y aproxímate a una fuente de calor. No aportes mucho calor, sólo uno leve pero constante. Empieza a movilizar estas zonas lentamente, sin frotar la piel porque eso no ayuda. La temperatura máxima a la que puedes ya introducir tus manos en agua caliente, es de 40 grados. No pongas agua más caliente, nada de agua muy caliente.
En unos minutos notarás como todo vuelve a la normalidad. Hidrata la piel, que también habrá sufrido su parte, y bebe algo caliente para acabar de recomponerte.