Pinarello: historia de la marca con más victorias en el Tour de Francia
Es uno de esos nombres épicos, que al pronunciarse saben a sofisticación, historia y a precisión. Y, visto que ha cumplido cumple 70 años en 2022 (extraño: uno diría que tiene que llevar toda la vida, o, al menos, más de un siglo), es el momento perfecto para echar la vista atrás y contar la historia de Pinarello: la marca de bicicletas con más victorias en el Tour de Francia. Un relato de triunfadores y líderes que, paradójicamente, se abre con un gregario que 'conquistó' la 'maglia nera' del Giro.
Los humildes inicios de la historia de Pinarello
Cada país tiene su tipo de fundador de marcas de bicicletas: en Francia eran grandes industriales, dedicados a veces a los automóviles; en España, fábricas armeras; en Estados Unidos, emprendedores visionarios en un garaje; en Italia, sin embargo, eran ciclistas humildes que aprovechaban el dinero de las competiciones para abrir un taller. Giovanni Pinarello, al que todo el mundo llamaba cariñosamente Nani, encajaba maravillosamente en el arquetipo.
Nacido en 1922 cerca de la ciudad de Treviso, en el Véneto, a los 15 había entrado a trabajar en la fábrica de Paglianti, una empresa que hacía motocicletas y bicis con motor (que, por cierto, todavía se pueden encontrar por internet). Se enamoró del ciclismo y, tras la guerra, llegó a profesional, compartiendo época con los Coppi, Bartali, Fiorenzo Magni... La auténtica era dorada del país, cuando la armada italiana pasaba los Alpes año tras año para ir a ganar el Tour de Francia. Algo que a Nani se le quedaría en la retina para siempre.
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Claro que él no llegaba a aquellos niveles. Era un buen gregario, e incluso consiguió algún triunfo menor, pero por lo que más se le recuerda como corredor es por haber sido la última 'maglia nera' de aquella primera época. Porque los 40 y 50 no solo fueron el momento de los ganadores épicos; también de legendarios perdedores.
Aquel maillot negro, que Torriani y compañía se inventaron para distinguir al último de la clasificación general, provocó grandes rivalidades como la de Sante Carollo y Luigi Malabrocca, cuyas historias aun hoy se cuentan por su peculiar mezcla de ciclismo y picaresca. En 1951, Nani Pinarello se alzó con aquel discutible liderato, que llegó a tener mayores premios de los que se daban al 6º de la general, porque se convirtió en un favorito de la afición y de los patrocinadores.
Sin embargo, tras las protestas de los corredores, que consideraban que aquello daba lugar a espectáculos muy poco edificantes y alejados del espíritu del deporte, la 'maglia nera' se suprimió para el año siguiente (solo resurgió un año en los 60). Y el equipo de Nani, el Bottecchia, decidió prescindir de él sin previo aviso.
Para compensarle, le dieron 100.000 liras, que, ajustando por la inflación, hoy vendrían a ser cerca de 2.000 euros; pero, en la Italia de la posguerra, suponían una pequeña fortuna. Haciendo de la necesidad virtud, el ya treintañero Pinarello decidió hacer lo mismo que muchos exciclistas: abrir un taller de bicicletas en su pueblo. Eso sí, además de arreglarlas, él tenía un sueño un poco más grande: ser constructor. Y, gracias a lo que había aprendido en Paglianti, se puso manos a la obra en 1952; el mismo año en que abrió también el que acabaría siendo su gran rival, Ernesto Colnago.
Las primeras victorias en la historia de Pinarello
Así, Nani Pinarello empezó a ofrecer sus bicis a pequeños equipos locales de Treviso, que fueron probándolas y ayudándole a perfeccionarlas. Desde luego, el éxito no le vino de la noche a la mañana, y pasó casi una década hasta que a su marca (bautizada con su sonoro apellido, que recuerda un poco a Pininfarina y un poco al Pinerolo donde venció Coppi en solitario) le llegó el primer gran momento en la esfera internacional. Fue en 1961, cuando el trevisano Guido De Rosso ganó la primera edición del Tour del Porvenir, que entonces era para amateurs.
Todavía tardaron otra década en dar el salto a los equipos profesionales, con el modesto Jollj Ceramica en 1972. Y, tres años más tarde, en 1975, todo se aceleró: el desconocido Fausto Bertoglio, que ni siquiera era el líder de aquel equipo, ganó de manera sorprendente un Giro de Italia que acababa en lo alto del Stelvio, y que a punto estuvo de ser para el español Francisco Galdós.
Llevaba así a una 'joven' Pinarello a lo más alto del podio por primera vez, por delante de la entonces todopoderosa Bianchi y de las Colnago que llevaban Eddy Merckx y los KAS. Algo que volvería a repetir en 1981 con un compatriota véneto, Giovanni Battaglin, en la Vuelta a España. Y, tres días después de acabar esta, el propio Battaglin se presentó en la salida del Giro de Italia para disputarlo también. Pero no solo eso: cuando llevaba 45 días de competición casi ininterrumpida, aquel hombre estaba a punto de vestirse con la maglia rosa. Y Pinarello fue, en gran parte, responsable de que lo consiguiera.
¿Por qué? Pues porque aquella etapa acababa en Tre Cime di Lavaredo, con sus últimos 3 km terribles, que superan el 11% de media. Y, específicamente para ella, Pinarello se inventó una genialidad: su técnico Elvio Borghetto tomó uno de los sistemas de doble plato de Campagnolo (53/44) que empleaban y le empalmó un tercer plato de 36 dientes cuidando de hacerlo con tanta precisión que Battaglin no tuviera que cambiar la posición de pedaleo. Una catalina triple que entonces era una rareza y que le daba unos desarrollo muy ventajosos en las rampas duras.
La diferencia la puedes ver en los vídeos de la etapa que hay en YouTube: mientras que los escapados y otros favoritos, como Giuseppe Saronni o Roberto Visentini, suben atrancados por aquella carretera infernal, el que lleva la bici de Pinarello ataca con una cadencia bastante alta (para la época) y les distancia con facilidad pasmosa. Tres días más tarde, Battaglin completaba el doblete Vuelta-Giro, que solo han firmado otras dos personas aparte de él: Eddy Merckx y Alberto Contador. Y la marca aprovechó aquellos triunfos para promocionarse entre el gran público, claro: en 1982, sacó un modelo llamado Tre Cime, que reproducía la bici del campeón... aunque sin el triple plato, claro.
El futuro de Pinarello estaba en España
Sin embargo, un par de años antes había tenido lugar el encuentro más importante de la historia de Pinarello, aunque en aquel momento quizá nadie fuera consciente de ello. Fue en 1979, cuando José Miguel Echávarri, que estaba poniendo en marcha el equipo Reynolds, visitó la fábrica de Tullio Campagnolo (otro véneto) en Italia. Este le presentó a Nani, y el navarro volvió convencido de que su escuadra debía usar aquellas bicicletas y aquellos componentes.
No pudo hacerlo durante los primeros años, pero en cuanto tuvo las manos libres, en 1982, formó con ellos una alianza que duraría tres décadas casi (quédate con el casi) ininterrumpidas. Con ellos llegaría el primero de sus 15 Tours hasta la fecha, en las piernas de Perico Delgado. Poco después, sin embargo, Nani Pinarello cedió el testigo de la empresa a su hijo Fausto (cuyo nombre, desde luego, proviene del ídolo de su padre, Coppi). Y el ya Banesto decidió dejar a los italianos por una marca aeroespacial francesa que se había puesto muy de moda en esos años: TVT.
Era 1991, y de aquel error de dejar escapar a la escuadra española todavía se deben estar acordando en Pinarello. Porque ese año venció Miguel Induráin su primer Tour de Francia. Eso sí, Fausto aprendió rápido, y al año siguiente volvió el acuerdo con Echávarri y compañía, con un patrocinio incluido. Y de esto no se tuvieron que arrepentir: los siguientes 2 Giros y 4 Tours los ganó Miguelón con sus bicis.
Pero si algún objeto se recuerda aun hoy de aquella época, si algo se convirtió en icono en toda España, y en el mundo del ciclismo en el planeta entero, esa es la Espada. La aerodinámica bicicleta de carbono con la que Induráin consiguió aquel mediático Récord de la Hora de 1994, quizá la más famosa de la historia, supuso un antes y un después para Pinarello. Para crearla se trajeron nada más y nada menos que a uno de los ingenieros de la escudería Lamborghini de Fórmula 1: Marco Giachi. De ahí el nombre del modelo, el mismo que el de un conocido automóvil de los 70.
Pinarello desde el post-Induráin hasta el Sky/Ineos
Tal fue el aura que, gracias a todo aquello, rodeó a Pinarello, que los siguientes dos ganadores del Tour de Francia también llevaban sus bicicletas: Bjarne Rijs y Jan Ullrich no se atrevieron a salirse de la estela del navarro ni en eso. La racha se rompió en 1998, cuando Marco Pantani llevó a una Bianchi a ser la última bici de aluminio en subirse al podio de París.
Después, vino el dominio absoluto de las marcas estadounidenses, encabezadas por Trek, en los oscuros 2000. Aunque Pinarello todavía tuvo su momento de gloria en 2006, cuando Óscar Pereiro venció el Tour (si bien en los tribunales) con un modelo de magnesio y Alejandro Valverde, la Lieja-Bastogne-Lieja; y en 2009, cuando el murciano se impuso en la Vuelta a España. Pero, sobre todo, en 2003 nace la Pinarello Dogma, un nombre que sigue vivo hoy para sus modelos de gama más alta.
No obstante, es a partir de 2010, con la entrada en escena del Team Sky (hoy Ineos Grenadiers) cuando la marca vuelve a colocarse en lo más alto, con las Dogma y Bolide de contrarreloj, aparecida en 2013. Sus triunfos en esta década larga son casi innumerables: 7 Tours de Francia con Wiggins, Froome, Thomas y Bernal (lo que eleva su particular récord a 15 victorias), 2 Giros de Italia, 2 Vueltas, Milán-Sanremo, Lieja-Bastogne-Lieja, Mundial, oro olímpico con Richard Carapaz, Récord de la Hora con Bradley Wiggins...
Juntas, estas dos firmas han cambiado para siempre el rostro al ciclismo, con esa filosofía de las 'ganancias marginales' que ha preconizado Dave Brailsford. La propia Pinarello lo reconoce: "Dogma es el fruto de nuestra colaboración, la coronación de 10 años de investigación incesante y de absoluto refinamiento".
Incluso hay una anécdota sobre esto, que coincide con la presencia de Mark Cavendish en el equipo británico, en 2012. Al parecer, los ingenieros de Pinarello le llevaron al sprinter un cuadro Dogma 2 de producción para empezar a trabajar con él en posibles cambios y ajustes, ya que tenía (y tiene) fama de muy exigente. El de la isla de Man lo probó y dijo: "No. Este cuadro es perfecto, ¡ni se os ocurra tocarlo!".
Además, en el último lustro se han concentrado dos novedades de suma importancia para una empresa muy tradicional que se había especializado quizá incluso demasiado en la carretera. Por un lado, en 2017 se produjo su compra por parte del grupo francés de lujo LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy). Nada extraño aquí, pues, dentro del mundo de la bicicleta, pocos pueden discutir que Pinarello es lo más parecido a una firma de lujo.
Y, por otro, ese mismo año empieza a expandirse su catálogo, con la aparición de su primera eBike, la Nytro (hoy, cuentan con hasta 6 modelos distintos: una urbana, dos gravel, dos de carretera y un eMTB). Poco después, en 2018, presentaban la Grevil+, su propia gravel. Y, hace unos meses, desvelaban la Crossista, su primera bici de ciclocross en 30 años, gracias a la influencia del gran Tom Pidcock.
Vista esta progresión, así como que el británico acaba de renovar por Ineos con un jugoso contrato, después de que varias marcas de MTB estuvieran cortejándole, solo podemos confiar en que ya tienen alguna novedad de XCO en el horno. Al menos, para que Pidcock deje de utilizar una bicicleta de otro fabricante camuflada en las pruebas de la Copa del Mundo. Si es así, estamos expectantes por ver cómo será. Y si mantendrá ese ADN competitivo que ha permitido a esta pequeña firma italiana ser la que más victorias ha logrado en el Tour de Francia.
Y con diferencia. Después de sus 15 títulos ya tenemos que bajar hasta los 10 de Peugeot. No hay color.