La policía propone 'radares' de velocidad integrados en las eBikes
La modificación de las bicicletas eléctricas para eliminar el límite de velocidad de 25 km/h, la máxima a la que el motor puede aportar asistencia según la legislación europea se está convirtiendo en un auténtico problema de seguridad vial, especialmente en países donde han de circular por exiguos carriles bici compartiendo espacio con bicicletas convencionales que, habitualmente, circulan a ritmos mucho menores.
Buscando poner coto a las e-bikes modificadas
Las leyes vigentes en Europa regulan que las bicicletas eléctricas no pueden asistir al ciclista a más de 25 km/h. A partir de ahí son únicamente las piernas las que han de mover la bici como si fuera una bici convencional. Sin embargo, esto no gusta a muchos, especialmente en el ámbito del ciclismo urbano donde, por ejemplo, los repartidores que pasan todo el día sobre su bici y requieren gran velocidad de desplazamiento, o en carretera donde la limitación supone no contar con asistencia en casi ningún momento cuando se rueda en llano.
Muchos suelen optar por eludir la ley y modificar su bici para que el corte de asistencia se produzca a mayor velocidad o, directamente suprimirlo de forma en que la bici se convierte prácticamente en un ciclomotor.
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Sin embargo a menudo se olvidad de que siguen siendo bicicletas y no se encuentran diseñadas para esas exigencias fuera de las especificaciones de diseño. Estas bicis modificadas se convierten en muchos casos en un problema de seguridad vial y también, al exigir a sus motores y baterías unos esfuerzos para los que no están diseñados su uso puede acabar en el incendio del motor o la batería, algo que ya se ha convertido en un problema en ciudades como Nueva York donde incluso se han planteado su prohibición. En España de hecho, hace unos días ha sido noticia la prohibición de acceso para patinetes eléctricos en el metro y autobuses de Madrid tras quedar calcinado un vagón de metro por el incendio de uno de estos patinetes.
Desde alguna marca del sector de las e-bikes comienzan a proponerse soluciones a este aspecto com instar a los fabricantes de motores a equipar a los mismos con un interfaz Bluetooth que permita a las autoridades comprobar de manera sencilla los parámetros del mismo para determinar si ha sufrido alguna manipulación.
Otra opción sería incluir un registro de velocidades máximas en el propio motor de forma que pudiera ser accedido para conocer si la bicicleta ha estado recibiendo asistencia a una velocidad superior a la permitida, una especie de caja negra que pondría coto a estas peligrosas modificaciones.
Por otra parte también se ha abierto el melón de si la limitación de 25 km/h para la asistencia es adecuada o sería necesario elevarla, con lo que los fabricantes construirían productos adaptados a funcionar a las nuevas velocidades. De hecho, la mayoría de e-bikes se comercializan en versión europea, con el límite a 25 y en versión para USA, con un límite de 20 mph, o sea, 32 km/h, que son idénticos, variando solo el firmware que gestiona la controladora de los motores y que determina si corta a una u otra velocidad.
En todo caso, se trata de un problema cada vez más presente y al que, por ejemplo, se le achaca una parte del notable incremento de ciclistas accidentados y fallecidos en un lugar tan ciclista como Países Bajos y al que tarde o temprano la industria debería buscarle una solución, mejor eso antes de que empiecen las prohibiciones como la anteriormente mencionada.