Por qué Van der Poel marcó la París-Roubaix más rápida de la historia
Van der Poel sigue sumando récords. Si hace un mes destrozaba el tiempo de ascenso al Poggio de San Remo en su camino hacia la victoria en la clásica italiana, su triunfo en la París-Roubaix también ha traído como premio extra el de la media de velocidad más alta de la historia en esta carrera, superando en 1 km/h la cifra marcada en la pasada edición por Dylan van Baarle.
Mathieu van der Poel, el más rápido de siempre sobre los adoquines
46,7 km/h durante 257 kilómetros, casi 5 horas y media pedaleando sobre los tramos adoquinados del Infierno del Norte, es la espeluznante cifra que dejó para las hemerotecas la victoria de Mathieu van der Poel en esta edición 2023 de París-Roubaix.
Un récord de velocidad que apenas le ha durado una temporada a su hasta ayer poseedor, Dylan van Baarle que lo fijó el año pasado en exactamente 1 kilómetro por hora menos, una auténtica barbaridad.
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Si revisamos la carrera de 2022, recordaremos que el inicio estuvo marcado por el fuerte viento favorable y de costado que provocó que la carrera se rompiera por los abanicos prácticamente desde los primeros compases. Un viento que se mantuvo favorable durante gran parte del desarrollo de la prueba aunque, su gran intensidad, hizo que en algunos tramos fuera un oponente más para los ciclistas, en un trazado que serpentea por la campiña del norte de Francia para ir buscando los distintos tramos de pavés.
En este 2023 el viento era mucho menos intenso, apenas una suave brisa primaveral en torno a 7 km/h favorable en prácticamente todo el desarrollo de la carrera. Sin embargo, para encontrar el porqué de este nuevo récord tenemos que tener en cuenta otros factores que pusieron sobre la mesa las condiciones ideales para que se volara en esta edición de la París-Roubaix.
En primer lugar la meteorología. Además del ligero viento, beneficioso en la mayor parte del recorrido y apenas perjudicial en los escasos tramos en los que se volvía frontal, hay que tener en cuenta que, las lluvias de la semana previa a la carrera dieron paso a un día absolutamente primaveral con una temperaturas perfectas para la práctica del ciclismo. A ello hay que sumar que durante el sábado y la mañana del domingo el terreno tuvo tiempo de secarse, quedando suficientemente compacto pero sin el molesto polvo que suele acompañar el desarrollo de la Roubaix cuando se disputa en seco.
Por último, el propio desarrollo de la carrera, en la que no se produjo la típica fuga inicial sino que muchos ciclistas estuvieron luchando por formar el corte bueno durante las dos primeras horas de carrera en la que se cubrió la impresionante cifra de 100 kilómetros y, si no fuera suficiente, las hostilidades se adelantaron al tramo previo al bosque de Arenberg por lo que la carrera ya no se detuvo.
Aparte, la situación de carrera a la salida del mítico tramo, con Christophe Laporte intentando enlazar desde detrás con el grupo de favoritos y Alpecin-Deceuninck, con mayoría en el grupo cabecero, tirando fuerte para evitar su regreso a la cabeza propiciaron que el ritmo no bajara en ningún momento. Únicamente en la zona que va desde el Mons en Pévèle y el Carrefour de l’Arbre el grupo cabecero se tomó un cierto respiro como preludio de la batalla final que pudimos disfrutrar.
Todas las condiciones juntas para que el récord de velocidad haya quedado en la estratosférica cifra que estableció Mathieu van der Poel a su llegada al velódromo de Roubaix y que, sin lugar a dudas, habla de la calidad de este triunfo. Mantener este ritmo estratosférico y ser capaz de realizar los innumerables ataques con que intentó soltar a sus rivales para luego rodar la última veintena de kilómetros en solitario a un ritmo brutal son datos suficientes para calificar de descomunal la penúltima exhibición del monstruo neerlandes.