Qué ha pasado con Bicimad

Ciclismo Urbano 11/04/23 10:41 Sergio P.

De ser el sistema de bicicletas públicas de referencia hasta el más absoluto caos en apenas unos meses. La expansión del sistema a toda la ciudad ha pasado de ser uno de los reclamos ante las inminentes elecciones de la actual corporación a una pesadilla para el gobierno de José Luis Martínez Almeida.

Bicimad amenazado de muerte a causa de una expansión demasiado compleja

Corría el año 2014 cuando, la entonces alcaldesa de Madrid, Ana Botella, decidía impulsar la bici en la ciudad de Madrid implantando un sistema de bici publica. Muchas eran por entonces la ciudades que habían ido instaurando estos sistemas, aunque en la mayoría con un resultado de poco uso y claramente deficitario. De hecho, muchos de estos sistemas primigenios se han ido abandonando.

Sin embargo el sistema de Madrid era diferente ya que se decidió apostar por la incorporación de bicicletas eléctricas para acercar el uso de la bici a un público mucho más variopinto a la vez de suponer la solución a la geografía quebrada de Madrid, que siempre ha sido unos de los argumentos utilizados para perpetuar el mantra de “Madrid no es una ciudad para las bicis” que se arrastra desde hace décadas.

La llegada de Bicimad se unía a una ordenanza de circulación que, en origen buscaba no restar un ápice de espacio al coche, y que otorgaba a las bicis la potestad de utilizar completamente el carril por el que circulen, como si fuera cualquier otro vehículo, apoyado por el pintado en la calzada de los denominados ciclocarriles, pintando en el carril derecho el logotipo de una bici y limitando este carril a 30 km/h, anticipándose a lo que unos años después sería la norma estatal que establecía esta velocidad para la mayoría de calles. Un concepto completamente contrapuesto al paradigma tradicional de que es necesario construir carriles bici para que estas puedan circular por la ciudad.

Sin embargo, el cambio que se percibió en tan sólo unos meses, supuso un soplo de aire fresco para los ciclista que pedaleaban por la ciudad tratando de hacer valer su derecho a circular entre el caótico tráfico de la capital. Bastaron esos pocos meses para que ver circular bicis por el centro de la ciudad, lugar al que el servicio de bicis públicas Bicimad se ha circunscrito durante todos estos años, fuera una imagen completamente normal y por extensión que los coches se acostumbraran a la presencia de bicis en la calzada, en igualdad. Sin necesidad de costosos e ineficientes carriles bicis.

El cambio de color en el ayuntamiento en el siguiente ciclo electoral, con la llegada de la corporación dirigida por Manuela Carmena coincidió con la primera crísis de Bicimad. A punto de morir de éxito por las pérdidas que acumulaba la empresa gestora, se solventó con el paso de la gestión privada a la Empresa Municipal de Tranportes que supuso que el sistema alcanzara su momento de mayor esplendor con unos números de uso realmente notables. Sin embargo siempre se reprochó que este no se expandiera al resto de la ciudad, una de las demandas históricas de los usuarios de Bicimad.

La llegada de la pandemia, el boom de las bicis tras el confinamiento y el recorte general de inversión comenzaron a degradar el funcionamiento de Bicimad, unido a una vandalización de las bicis que llegó a ser un grave problema que se unía a un mantenimiento cada vez peor de las bicis que empezó a generar protestas generalizadas por parte de los usuarios, con bases en las que en ocasiones no funcionaba ninguna bici.

La gota que ha colmado el vaso ha llegado apenas hace un par de meses, cuando el ayuntamiento de Madrid optó por una huida hacia delante acometiendo la demandada expansión de Bicimad a toda la ciudad en la que se incluía un cambio total de sistema, con bicis más modernas, nuevas bases y más protegido frente al uso indebido. Sin embargo, para cubrir toda la ciudad decidieron optar por mantener en paralelo el sistema existente, una coexistencia entre sistemas diferentes que ha derivado en el más absoluto caos.

Fallos constantes en la nueva aplicación, bicis que no se desanclaban o que no se podían volver a fijar a una base tras su uso quedando el viaje activo y la vandalización y desaparición de una enorme cantidad de bicis al no poderse anclar estas, lo que ha puesto a Bicimad al borde del abismo en el que se encuentra en estos momentos.

Tras descargar las culpas en el mal uso por parte de los usuarios, haciendo caso omiso al constante chorro de críticas que inunda estos días las redes sociales, el ayuntamiento finalmente ha decidido recular y retirar las bicis y bases del sistema antiguo, buscando al menos conseguir que las nuevas bicis puedan funcionar correctamente, aunque ya desistiendo de la pretendida expansión.

A día de hoy los problemas se mantienen a la espera de que se solucione la infinidad de problemas técnicos que hace muy complicado en estos momentos el uso del sistema de bicis públicas de Madrid. Una implantación que contrasta con la llevada a cabo hace unos meses en la ciudad de Valladolid que optó por el mismo sistema de bicis que ahora trata de incorporar Madrid.

Cierto es que en el caso de Valladolid, además de ser una ciudad más pequeña, se partía de cero, lo que simplifica mucho las cosas, pero tampoco hay que ignorar que al frente de la movilidad de la ciudad castellana se encontraba la misma persona que dirigía el rumbo de Bicimad en el momento en que alcanzó su máximo esplendor de uso y máxima calidad de servicio.

No parece verse solución al final del túnel, estando el ayuntamiento ante una complicada papeleta que no sabemos cómo conseguirá solucionar. Oscuro futuro para un sistema que supuso un antes y un después en la promoción de la movilidad ciclista en una ciudad como Madrid, no sólo por las propias opciones de desplazamiento que añade, complementando al resto de transporte público en un centro de la ciudad cada vez más atestado sino en la legitimación de las bicicletas en general como vehículos dentro de las calles de Madrid, apoyado en una ordenanza de movilidad que coloca a la bici en una situación de total igualdad respecto al resto de vehículos frente a la tendencia habitual de apartarla a un lado para evitar que perjudique a los medios motorizados.

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