Rodar tranquilo es clave para mejorar
Todos somos conscientes de la importancia de la recuperación activa, pero pocos son los que hacen salidas suaves, pensando en muchas ocasiones que es una pérdida de tiempo pedalear a ritmo de paseo o, dejándose llevar por el ansia, acaban apretando en una jornada en la que no debían hacerlo.
Salir a soltar piernas también es entrenamiento
Cuando sale a la palestra el tema de las salidas de recuperación, suele acudir al pensamiento la frase escuchada a varios entrenadores que coinciden que el gran error que cometen la mayoría de cicloturistas es “no ir lo suficientemente despacio cuando hay que ir despacio por lo que luego no pueden ir lo suficientemente rápido cuando toca”.
Todos tenemos claro que el descanso es parte indispensable del entrenamiento, es lo que ayuda a asimilar las cargas aplicadas y permite al cuerpo estar preparado para nuevos estímulos que le hagan mejorar.
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Hilando más fino en el tema de la recuperación, desde hace años está demostrado que es preferible que esta sea activa en vez de un descanso total, con una actividad muy suave que permita mantener la rutina de entrenamiento y, a su vez, hace la recuperación más efectiva al oxigenar todos los tejido, aparte de liberar la cabeza de las exigencias a que le someten los entrenamientos más intensos.
Hasta ahí todo el mundo lo tiene claro, sin embargo, a la hora de la verdad, pocos son los que incluyen este tipo de sesiones de entrenamiento en su programación, considerándolas en muchos casos una especie de pérdida de tiempo bajo esa idea tan arraigada de que si no se va a tope con el corazón en la boca, no se está entrenando.
Como salir a soltar correctamente
En otros casos, sí que se plantean salidas de recuperación activa que a menudo comienzan con muy buena voluntad hasta que llega el primer repecho o nos adelanta un grupo de ciclistas a toda velocidad, momento en el que se olvidan los buenos propósitos tranformando la sesión en algo totalmente contraproducente para nuestro entrenamiento.
Una salida de soltar piernas no debería de ir más allá de las dos horas y siempre tratando de mantener una intensidad lo más baja posible y una cadencia elevada que evite requerimientos a los músculos. Para mantener estas premisas es vital elegir un recorrido principalmente llano o en el que las escasas subidas que haya se puedan solventar sin esfuerzo simplemente recurriendo a desarrollos más suaves. También es importante que sean lo más constantes posibles, evitando paradas y arrancadas que al final añaden picos de potencia que no son deseables en este tipo de entrenamiento.
Evidentemente, deberemos tener la vista puesta en nuestro medidor de potencia, moviéndonos no más allá de un 55% de nuestro FTP o, más fácil aún, yendo a un ritmo que nos permita mantener una conversación de forma totalmente fluida.
Una forma muy sencilla de cumplir a rajatabla con los parámetros de estas sesiones es aprovechar para salir con un compañero de mucho menor nivel, el típico amigo que se está iniciando en la bici o que únicamente la utiliza en ocasiones puntuales. Muchos incluso aprovechan estos recorridos para salir a montar con sus parejas o hijos.
Siempre que podamos recuperar de esta forma será positivo para acelerar el ritmo de recuperación, lo que a la larga siempre permite introducir mayores cargas de entrenamiento que nos conduzcan a un mejor estado de forma.
A veces, sin embargo, si la semana va muy cargada de horas de bici y hay que hacer malabares para encajar la actividad deportiva con la vida cotidiana, los entrenadores prefieren no aportar más estrés y establecer días de descanso completo. Incluso en estos días, siempre es preferible introducir algún tipo de actividad, como una sesión especial de estiramientos o descargar las piernas con el rulo de foam para facilitar en la medida de lo posible la recuperación antes del siguiente día duro.