¿Se podría llegar a cancelar el Giro de Italia 2023?
La primera de las etapas reinas cercenada a causa de las condiciones meteorológicas, importantes inundaciones en la región de Emilia Romagna y la suspensión un evento como el GP de Italia de Formula 1 que debía disputarse este próximo fin de semana en el circuito de Imola, en las cercanías de Bolonia, corazón de esa región, al no poder garantizar la seguridad plantean si el Giro de Italia podría verse afectado por una medida de similar calado.
Todo cuesta arriba para el Giro de Italia 2023
Mientras en España sufrimos una de la peores sequías en décadas, la península italiana se ve afectada por las lluvias más torrenciales del último siglo, en especial en la región de la Emilia Romagna, en el norte de aquel país y que, de rebote, han venido afectando a la disputa del Giro de Italia que ha estado pasado por agua desde su inicio hace dos semanas en la costa adriática.
La terrible meteorología que están sufriendo los ciclistas, a lo que hay que unir las larguísimas etapas, poco habituales en los tiempos que corren, que había programado el Giro de Italia en su trazado han supuesto que las enfermedades se ceben con muchos de los corredores, sucediéndose los casos de catarros, bronquitis y otras afecciones asociadas que han ido mermando el pelotón día a día.
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¿Gafas por dentro o por fuera?
Quizás el mal tiempo también tenga algo que ver con el repunte de Covid-19 que se ha producido entre los ciclistas y que nos ha privado del gran favorito a la victoria final como era el belga Remco Evenepoel, además de otros aspirantes como Aleksandr Vlasov.
A todo esto hay que añadir las caídas asociadas al firme húmedo, culpables de la baja de otro de los favoritos como era Tao Geoghegan. Un cúmulo de circunstancias que han terminando desencadenando un claro boicot por parte de los ciclistas a través de sus representantes de la Asociación de Ciclistas Profesionales que han convertido la etapa 13, una de las jornadas llamadas a decidir la carrera, en una mera pantomima.
A día de hoy, permanecen en competición 135 ciclistas de los 176 corredores que tomaron la salida el pasado 6 de mayo, con algunos equipos como el Soudal-QuickStep totalmente mermados ya que únicamente mantienen su participación apenas tres ciclistas.
El temor de que sigan produciéndose abandonos y las previsiones que siguen manteniendo el mal tiempo de cara a los próximos días han llevado a plantear la conjetura de sí podría llegarse al extremo de tener que suspender el Giro de Italia.
Lo nunca visto
En realidad, nunca se ha suspendido una de las grandes vueltas una vez iniciada y eso que en el pasado estas pruebas tenían que lidiar con avatares mucho más serios de lo que pueden acaecer en la actualizad.
Antaño no era extraño que las etapas se disputaran contra viento y marea pese a que en ocasiones eran interrumpidas por huelgas y protestas o, en otras, eran los propios ciclistas quienes se plantaban ante las inhumanas condiciones en las que se veían obligados a correr. De hecho, muchos habréis escuchado la expresión “Los forzados de la ruta” que acuño el periodista y escritor Albert Londres con su relato del Tour de Francia de 1924 donde describía los sufrimientos y condiciones extremas que debían de afrontar los ciclistas.
Sin embargo, pese a todos los avatares ocurridos, pese a la suspensión de alguna etapa puntual por mal tiempo o, en algunas ocasiones, en señal de duelo ante el fallecimiento de un ciclista, el show ha acabado continuando. Ni siquiera Tours de Francia auténticamente negros, como aquel de 1998, con las investigaciones de dopaje a raíz del Caso Festina, que supuso el abandono de numerosos equipos como protesta ante el trato de las autoridades francesas, dejó de celebrarse.
Un temor, el de la suspensión, que viene dado por una filosofía implantada en los últimos años y que, ante ciertas condiciones meteorológicas busca preservar la salud del ciclista sin tener en cuenta que si este deporte ha calado durante más de un siglo en el imaginario colectivo es en parte por la épica que debían afrontar sus practicantes.
Recorridos inhumanos ascendiendo montañas inacabables, sin importar si hacía calor o frío, sobreponiéndose a las dificultades de la carretera y buscando someter a los rivales. De hecho, algunas de las jornadas más recordadas de la historia de este deporte se disputaron en condiciones auténticamente infernales. Es inevitable no recordar la mítica etapa del Gavia en el año 1988, en las que los ciclistas incluso se orinaban en las manos para volver a sentir un poco de calor en ellas en una época donde las prendas técnicas directamente ni existían.
En la actualidad vivimos suspensiones y recortes de las etapas con demasiada asiduidad sin tener en cuenta el daño, especialmente en la imagen de este deporte, empeñado continuamente en ponerse palos en las ruedas, nunca mejor dicho. Un claro ejemplo lo vivimos hace unos meses en O Gran Camiño, joven vuelta que trata de hacerse un hueco entre las propuestas de inicio de temporada y vio como los corredores boicoteaban la competición en un día en el que la nieve hizo su aparición.
Pese a ello, es harto improbable que este Giro de Italia llegue a un punto en el que fuera necesaria la suspensión, aunque no es descartable, si la meteorología no mejora, que veamos más recortes o incluso la cancelación de alguna etapa, especialmente por la presión de los ciclistas que se combina con la enorme dureza que espera al pelotón en los próximos días.