"Puedes llevar lo que quieras, algunos van a conducir de manera estúpida de todos modos"
El reciente atropello de la joven ciclista Estela Domínguez vuelve a poner sobre la mesa el tema de la seguridad del ciclista en la carretera. Marcar la línea entre lo que puede hacer el ciclista para pedalear más seguro y trasladar la culpabilidad a las víctimas genera un debate en el que ni siquiera se terminan de poner de acuerdo quienes montan en bici.
Minimizar riesgos en la carretera también depende del ciclista
Leer ciertos comentarios en las redes sociales, especialmente cuando la DGT realiza alguna publicación acerca de las normas que atañen a los ciclistas, suele ser algo deprimente si nos atenemos a muchos de los comentarios de odio hacia quién pedalea por las carreteras que se pueden leer por allí.
Queda la sensación de que la carretera es un lugar hostil para la bici donde resulta poco menos que un acto suicida pedalear, sobre todo, si añadimos la alarma social que se crea cada vez que ocurre un atropello más o menos mediático como el sufrido hace unos meses por Davide Rebellin o el triste fallecimiento de la jovencísima corredora Estela Domínguez hace tan sólo unos días.
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En todos estos casos siempre surge la pregunta de ¿qué podemos hacer para mejorar la seguridad en las carreteras? Y a menudo las recetas son las mismas: respetar las normas, ser visibles, pedalear por carreteras tranquilas, etc.
Sin embargo, en muchas ocasiones, incluso desde el propio mundo de la bici, se traslada la culpabilidad del atropello al propio ciclista, especialmente si este se produce al amanecer o al atardecer con condiciones de luz complicadas o este llevaba ropas oscuras.
Cierto es que una de las principales recomendaciones de seguridad que se suelen hacer es la de hacerse visible al resto de conductores, de forma que estos puedan anticipar nuestra presencia lo máximo posible y se preparen para interactuar con nosotros. En cualquier caso, no resulta una receta infalible y siempre podemos topar con el conductor despistado, con aquel que ha consumido alcohol o drogas o, peor aún, con aquel temerario que sigue pensando que la carretera es su coto particular.
La frase que titula este artículo es buena muestra de este último extremo, pronunciada por el ciclista del equipo continental Trinity Racing, en cuya estructura militó Tom Pidcock, Bob Donaldson, quién recientemente sufrió un grave atropello en un tramo recto y con perfecta visibilidad cuando un conductor se incorporó a la carretera por la que él circulaba sin percatarse de su presencia, el famoso “no te he visto” con el que en muchas ocasiones se excusan los conductores ante muchos incidentes de tráfico que, por suerte, en la mayoría de ocasiones se salvan sin consecuencias gracias a la habilidad del ciclista. Todo pese a ir equipado con luces y con la llamativa ropa de su escuadra, diseñada en principio para favorecer la visibilidad.
Como decíamos, ser visibles es esencial como primera medida de autoprotección sobre la bici, sin embargo, tenemos que tener claro que la seguridad al 100% no existe. En muchos casos, se ha puesto el foco sobre las equipaciones colores oscuros que muchos ciclistas eligen por su diseño y elegancia frente a aquellas opciones de colores chillones o flúor que nos hacen ser visibles desde más distancia. Sin embargo, la prenda más visible, por sí sola, sólo hace que los conductores se percaten de nuestra distancia, en condiciones de baja luminosidad hasta unos 130 m de distancia, una distancia que un coche que circule a 90 km/h cubre en apenas 5,2 segundos.
La gran innovación en lo que respecta a la visibilidad del ciclista llegó en el año 2015 cuando Trek lanzaba su luz trasera Bontrager Flare ideada, al contrario de las luces que hasta el momento existían en el mercado, para ser usada durante el día, proporcionando una visibilidad de hasta 2 kilómetros. Mejoraba además la capacidad de visión dotándoda de un característico patrón de parpadeo, dos destellos largos seguidos de tres cortos, que la hacen inconfundible.
Esto multiplica la distancia a la que los conductores pueden ser conscientes de la presencia del ciclista, incluso mucho antes de ni siquiera distinguir su silueta además que, la intensidad y parpadeo de estas luces consigue atraer la atención incluso cuando el conductor sufre una distracción que le hace apartar la mirada de la carretera.
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Tal es la importancia en el aspecto de seguridad que proporcionan las luces de uso diurno, que incluso un ciclista de la talla de Tadej Pogacar, entre muchos otros profesionales, se ha lanzado a apoyar la campaña “Be Bright Wear a Light” creada por la ciclista australiana del equipo Cofidis Rachel Neyland.
Arma de doble filo
Sin embargo, estas campañas promocionando el papel activo del ciclista en lo que respecta a la seguridad resultan para muchos contraproducente, con el argumento de trasladan la responsabilidad en caso de accidente al propio ciclista que no llevaba luces o iba vestido de negro.
Incluso indican que medidas como llevar las luces no suponen ninguna mejora a nivel de protección y que, por el contrario, pueden causar una falsa sensación de seguridad en el ciclista que les haga bajar la guardia mientras pedalean por la carretera.
Son, de hecho, argumentos similares a los esgrimidos desde el mundo del ciclismo urbano para rechazar la obligatoriedad del uso del casco, indicando que en caso de carecer de él en un accidente se pueda esgrimir como argumento para culpar al ciclista, sin tener en cuenta que llevarlo o no, apenas supone diferencia en caso de atropello, sino que su protección está casi únicamente orientada a las caídas que pueda sufrir el ciclista.
Evidentemente, cada accidente es un mundo y requiere un análisis pormenorizado para establecer las causas. No siempre, los conductores son los responsables de un atropello, ni el ciclista es ese ser temerario que se lanza sin conocimiento a las carreteras, pese a que aún haya quién circula de noche sin luces o incumple otro tipo de normas.
Retomando el ejemplo de la ciclista vallisoletana Estela Domínguez, las informaciones que hemos ido recabando nos hacen concluir, de forma totalmente extraoficial, que el atropello se produjo por una concatenación de circunstancias: sol deslumbrando de frente, un punto complicado de la carreteraa con incorporaciones a ambos lados y la distracción del conductor. En este caso, nada pudieron hacer por Estela las luces traseras que, como según nos comentaba algunos ciclistas que montaban con ella, siempre llevaba en su bici.
En cualquier caso, lo que sí es obvio es que, pese a los peligros inherentes que esconde la carretera, hemos de tener claro los aspectos que están en nuestras manos como puedan ser este mismo de tratar de ser más visibles, pero también otros como el respeto a las normal, circular de forma previsible o preferir carreteras que eviten complicaciones como el exceso de tráfico o puntos que nos expongan ante los errores de los conductores.