Tener siempre hambre puede ser genético
Lo que solemos achacar al metabolismo, puede tratarse de genética, según un estudio publicado en la revista Cell. Al menos, es una tendencia a adjudicar al metabolismo facetas que quizá no le corresponden. Es decir, a menudo achacamos las cuestiones de peso y masa corporal como una consecuencia de un determinado metabolismo. Pero quizá es solamente la genética, y saberlo puede hacer que regulemos mejor la saciedad.
Los genes de la saciedad: cómo la genética influye en tu apetito
Sí que es cierto que el constante conocimiento y la investigación recurrente en torno al ADN humano sigue siendo un mundo por descubrir. Diversos estudios han ido corroborando ciertas nociones: que el metabolismo tiene una gran influencia en el peso; que la genética a su vez tiene una alta incidencia en el metabolismo; pero también que la propia genética influye definitivamente sobre la saciedad. Así, es importantísimo que apliques normas de nutrición en tu rutina ciclista, pero también es posible que te cueste más o menos controlar tu saciedad y tu peso que otro ciclista que aplique las mismas normas.
Un estudio del pasado 2019 del Biobank británico apuntaba en esta dirección: la genética tenía mucho que ver no solo en las cuestiones de peso, sino también en las de saciedad.
RECOMENDADO
Alimentos saciantes que te ayudarán a controlar el apetito
Configura tus manetas al milímetro con esta guía
Cuando Donald Trump se metió en el ciclismo: "El Tour de Trump será pronto tan importante como el Tour de Francia"
Lista completa con los ciclistas mejor pagados de 2024
Conoce tu talla de bicicleta en 1 minuto: fórmula y tablas
¿Por qué las bicis son tan caras como una moto o un coche?
Ya es científicamente demostrable que la obesidad, como la peor de las consecuencias de estas configuraciones genéticas, es hereditaria. Pero estos nuevos estudios arrojan luz sobre las razones: se trata sobre todo por una puntuación poligénica de todo el genoma que define la saciedad que tienes.
Dicho de forma llana: según tus genes puedes sentirte saciado antes o después. Esto provoca que haya personas que difícilmente se encuentren saciados mientras comen, y solamente paren una vez han terminado su ración. Mientras tanto, existen también personas que ingieren poca cantidad y pierden el apetito, pues su saciedad ha alcanzado el punto de aviso al cerebelo, encargado de gestionarla.
El estudio, titulado “Predicción poligénica de las trayectorias de peso y obesidad desde el nacimiento hasta la edad adulta”, estaba respaldado por la firma de hasta 6 profesionales de la institución médica, y así lo concluía. Según estos, los estilos de vida o el metabolismo han infravalorado la genética.
Y ese curioso gen se llama MC4R, cuyas mutaciones pueden conllevar, entre otros, una alteración de la sensación de saciedad. El estudio se contrastó con más de 300 casos de estudio y dio un valor relativo del 6%, lo que significa que 6 de cada 100 personas podrían sufrir alguna alteración de este tipo.
No solo se trata del apetito: la genética y el metabolismo
Hace algunos años, otro estudio de la University College of London también apuntaba en este sentido pero hacia otro gen, el FTO, que bloqueaba la señal de saciado a través de la alteración de la grelina, la hormona del hambre.
La abundancia de estos estudios tiene un origen: la obesidad se ha convertido en uno de los grandes problemas de las sociedades desarrolladas. De hecho, en nuestro país se estima que entre el 38 y el 40% de menores padecen obesidad, según un estudio del Institut de Salut Global de Barcelona.
Por supuesto, la capacidad humana de modificar químicamente los componentes de los alimentos (que es el metabolismo) y su producción y quemado de energía guardan relación con nuestros genes. Pero hay una buena noticia: no todo son genes. Hay alimentos, eso sí, que pueden ralentizar o acelerar tu metabolismo, y es bueno conocerlos.
Una alimentación saludable y practicar ejercicio habitualmente reducen el riesgo de padecer obesidad, tal y como afirmaba un estudio del Centro de Investigación Biomédica en Red. Este estudio comprobó que esos buenos hábitos también podían modificar la predisposición genética a la obesidad. Así que hay que insistir: la genética influye, pero no predetermina.