El Tour de Flandes de los tres vencedores
Cinco son las clásicas más grandes del calendario ciclista, los llamados monumentos. Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja y Giro de Lombardía nos regalan, por este orden y desde hace más de cien años, algunas de las historias que más han enriquecido la historia del ciclismo, desde victorias épicas a las más honorables derrotas.
A lo largo de la historia solo han sido tres los ciclistas, belgas todos ellos, que han logrado la casi imposible gesta de imponerse en cinco escenarios tan diversos: Rik Van Looy, Eddy Merckx y Roger de Vlaeminck. El Gitano fue el último en lograrlo, en una edición del Tour de Flandes, la de 1977, que es recordada como una de los días más gloriosos de este deporte.
Los últimos coletazos de El Caníbal Hay pocos deportes en los que la elección del más grande sea tan unánime. Mientras en fútbol muchos hablarán de Pelé, otros de Cruyff y no faltarán los que digan que Dios es argentino, se llame Diego o Lionel, en el ciclismo casi nadie dudaría en señalar a Eddy Merckx como el gran talento. Nadie dominó el ciclismo como él.
Sin embargo, en 1977 Eddy ya no era El Caníbal. Su golpe de pedal estaba lejos de ser el de final de los 60 y principio de los 70, pero como aquel Michael Jordan de los Washington Wizards, seguía aterrando a aquellos que habían sido derrotados por él durante años, una y otra vez.
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Fue por eso que cuando el cinco veces ganador del Tour de Francia atacó a 150 kilómetros de la meta, después de haber superado recientemente una mononucleosis y tras avisar antes del inicio de la prueba de que se la tomaba como un test para medir sus fuerzas, los dos grandes favoritos a la victoria -Roger de Vlaeminck y el entonces Campeón del Mundo Freddy Maertens- salieron en su busca.
Se formó así un trio cabecero de inagotable talento, que colaborando en esforzados relevos voló sobre las carreteras de Flandes hasta meter casi dos minutos al grupo perseguidor. Para que los más jóvenes se sitúen sería algo así como si el domingo Fabian Cancellara y Tom Boonen, los dominadores de la última década, se unieran al hombre llamado a tomar su relevo y actual Campeón del Mundo, Peter Sagan, en una aventura a más de 100 kilómetros del final.
Llegados al kilómetro 200 Eddy Merckx abandonó la carrera, como había avisado. Lo hizo, seguro, con una sonrisa en la boca. Había comprobado que todavía, mermado como estaba, era capaz de condicionar las decisiones de los mejores ciclistas del momento, de poner patas arriba toda una De Ronde van Vlaanderen.
Una resolución tan surrealista como inolvidable Quedaba carrera y Monsier París-Roubaix estaba ante la oportunidad de su vida, la de completar un repóker legendario. Por su lado Maertens buscaba su primer monumento, el que nunca llegó a lograr tras múltiples intentos. Y es que una decisión inexplicable le apartó de la lucha en aquella edición.
El Koppenberg se había estrenado en De Ronde durante la edición de 1976 y volvía a figurar en 1977. Pese a las protestas de los ciclistas, que calificaban de inhumanos los desniveles de hasta el 22% de la cota flamenca, la organización desoyó la propuesta de estos de permitir cambiar a una bicicleta con un desarrollo que hiciese más amable la escalada, y avisó de que el que lo hiciese sería descalificado de la carrera. Aquel que no tuviese fuerzas, esgrimían los patrones, siempre podía echar el pie a tierra y subir a pie.
El entonces campeón del mundo hizo caso omiso, intentó ser el más listo del lugar y fue descalificado al cazarle uno de los jueces en pleno cambio. Sin embargo, se le permitió seguir corriendo y el decidió amortizar los kilómetros que le quedaban por recorrer: acordó con De Vlaeminck ayudarle a mantener la distancia con sus perseguidores, que se acercaban peligrosamente, a cambio del pago de 300.000 francos belgas -7.500 euros aproximadamente- por los que relevó hasta meta como si su victoria estuviese en juego.
Así transcurrió el Tour de Flandes de 1977, el primero y único que contó con tres vencedores. Aquel en la que El Gitano De Vlaeminck logró su quinto monumento, Maertens una buena suma de dinero y Merckx se bajó de la bici, por primera vez, feliz tras no vencer en la carretera. Como pensando: "Seguís bailando a mi son, hijos de puta".