5 historias asombrosas del Tour de Francia
El Tour de Francia se convirtió en la carrera con más fama del mundo por muchas razones, pero por delante de todas ellas se eleva una: su capacidad para crear momentos épicos, asombrosos; historias que quedan en la retina del aficionado como imágenes imborrables. En este artículo vamos a repasar algunos de los más llamativos.
1- El despiste de Perico
Pedro Delgado venía de ganar en 1988 su primer, y a la postre único Tour de Francia. Sin embargo, cuando le tocaba defender el maillot amarillo logrado en la edición anterior, el brillante ciclista segoviano dilapidó buena parte de sus opciones en un despiste que pasó a la historia del ciclismo. Delgado se presentó casi 3 minutos tarde a la salida de la contrarreloj en Luxemburgo, lo que le supuso un lastre difícil de salvar. Pese a completar un gran Tour, que le permitió subir al tercer escalón del podio en París, el lastre de aquel día fue irrecuperable.
[embed]https://www.youtube.com/watch?time_continue=161&v=rduAIDSWTs8[/embed]2- Abdel Kader Zaaf y el trago envenenado
Zaaf, argelino, fue un musulmán devoto. Un día un aficionado le tendió una botella en la cima de un puerto, y él, agotado y sediento, dio un largo trago antes de percatarse de que se trataba de una bebida alcohólica: vino tinto. Zaaf, que no había probado el alcohol en su vida, tuvo que bajarse de la bicicleta, mareado, y su imagen apoyado en un árbol y visiblemente desorientado quedó en la historia de la carrera francesa.
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3- Sois unos asesino. Sí, unos asesinos
Henri Desgrange fue el creador y primer director del Tour de Francia. Las primeras ediciones de la carrera, pese a no carecer de dureza, evitaban los pasos por la alta montaña porque el escaso acondicionamiento de sus carreteras, más bien caminos de cabras, unido a las pesadas bicicletas de la época lo convertirían en una tortura. Sin embargo para Desgrange el Tour debía ser la prueba definitiva de las capacidades del ciclista, y decidió llevar sus fuerzas al límite.
Aquello se recibió con miedo y estupor, hasta el punto de que muchas voces advirtieron del peligro de la idea. Enviarles a Los Pirineos es enviarles a la muerte. La jornada de 326 kilómetros con 5 colosos en el camino: Peyresourde, Aspin, Tourmalet, Soulor y Aubisque, sería considerada hoy una etapa muy excesiva, casi inhumana en la ronda gala. Imaginen pues lo que supondría superarlos hace más de 100 años, en bicicletas de hierro y por estrechos caminos de tierra. Para la historia quedó la imagen de Lapize, uno de los favoritos, que al coronar Aubisque se bajó de la bicicleta y le espetó a un miembro de la organización: "Sois unos asesinos. Sí, unos asesinos". Sin embargo, la idea fue un gran éxito a nivel de público, por lo que la alta montaña llegó para quedarse.
4- Silba ahora que puedes. Yo soy Luis Ocaña.
Eddy Merckx dominó como nadie el ciclismo internacional. Lo ganaba todo, de manera incontestable, y casi se podría decir que nadie se atrevía ni a intentar derrocarle. Solo un ciclista lo hizo, estando el belga en su apogeo, y cerca estuvo de conseguirlo. En el Tour de 1971 todo cambió. Luis Ocaña se situó como líder en una exhibición antológica, cumpliendo la amenaza que le había hecho meses atrás: "Silba ahora que puedes. llegará un día en que no lo hagas y yo me encargaré de ello".
Una caída impidió a Ocaña imponerse en buena lid al belga, y pese a que ganó el Tour más adelante nunca lo hizo en un cara a cara con El Caníbal. Aquella derrota fue un gran peso en la amarga existencia del genial ciclista español.
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